Este futuro económico es bastante incierto a pesar del voto de confianza de los mercados a las primeras medidas anunciadas por el ministro de Economía, Martín Guzmán, hasta hace poco discípulo predilecto de Joseph Stiglitz en la Universidad de Columbia.
La caída del riesgo-país revela cierta predisposición de los inversores a creer en la voluntad de pago de Buenos Aires. El problema es que los sucesivos corralitos bancarios y default soberanos –tres ya en lo que va de siglo si se cuenta el actual “default selectivo”, como lo califica Standard & Poor’s–, han convertido a los argentinos a una especie de monoteísmo monetario, basado en el culto a un dios excluyente: el dólar, el único medio para salvaguardar sus ahorros y poder adquisitivo.
Basándose en la serie de precios al consumidor de 1935-2018, un reciente estudio de la Fundación Norte y Sur concluye que en ese periodo la inflación media anual fue del 53,3%, similar a la actual. La acumulada fue del 256.710.707.160.756.000%. En esos 83 años, solo en 22 hubo superávit fiscal, en varios de ellos por estar el gobierno en default. Por ello no resulta extraño que cuando un presidente promete “desdolarizar” la economía, lo…