Según Oxfam, solo en agosto en Reino Unido se compraron más de dos toneladas de ropa cada minuto. No es un caso aislado. En todo el mundo se consume y desecha más ropa que nunca.
En 2015, el último año del que la Agencia de Protección Medioambiental (EPA) tiene datos, EEUU generó unos 11,9 millones de toneladas de residuos textiles, 34 kilos por persona. La mayoría terminó en vertederos.
Esa cifra supone un aumento del 750% en relación a 1960 y una tasa que multiplica por 10 la del crecimiento demográfico en ese mismo tiempo. La producción textil global, que mueve unos 2,4 billones de dólares anuales, se duplicó entre 2000 y 2014, según un informe de McKinsey. También aumentó un 60% el número de prendas que compró cada consumidor en EEUU. La suma de esos factores explica que la industria de la moda y del calzado produzcan el 10% de las emisiones de carbono. Según Naciones Unidas, es la más contaminante después de la aeronáutica y la marítima.
La razón fundamental es que el 60% de las fibras textiles son hoy sintéticas, básicamente plástico producido a partir de combustibles fósiles. Por ese motivo la ropa que termina en los vertederos (85%) no se degrada, al igual que las microfibras de materiales como el poliéster que desprenden los tejidos en la lavadora y terminan en mares, ríos y lagos.
Las sustancias químicas utilizadas en la fabricación, tinte y tratamiento de muchas fibras son tan dañinas para el medio ambiente que la regulación de la EPA considera las fábricas textiles como generadoras de residuos tóxicos.
Los cultivos de algodón, materia prima fundamental de la industria, son los que más utilizan pesticidas. El algodón orgánico es más limpio pero usa más agua. Y aunque se puede reciclar, la fibra resultante es…