El rotundo triunfo de las fuerzas autonomistas en Hong Kong en las elecciones a representantes de los 18 consejos de distrito y la filtración de documentos clasificados del gobierno chino que revelan la magnitud de la represión de mayoría musulmana uigur de Xinjiang, confirman que los imperios se descomponen casi siempre en sus periferias.
La desintegración de la Unión Soviética comenzó en un enclave caucasiano de mayoría armenia, Nagorno Karabaj, y la de Yugoslavia en la república más pequeña y pobre de la federación, Kosovo, de mayoría albanesa. Según François Bougon, autor de Dans la tête de Xi Jinping, el presidente chino es consciente de que debe hacer lo contrario que Mijaíl Gorbachov: concentrar el poder político para evitar que el Partido Comunista Chino (PCCh) corra la misma suerte que el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) que, según Xi, fue destruido por una estrategia de subversión cultural.
El internamiento de entre 900.000 y 1,8 millones de uigures, para ser “reeducados” y “descontaminados” de ideologías extremistas, muestra que el PCCh quiere “armonizar” étnicamente al antiguo celeste imperio suprimiendo su diversidad cultural y regional. Xinjiang y Tíbet lanzan una advertencia a hongkoneses y taiwaneses sobre la hostilidad de la República Popular a toda disidencia, y también sobre que el hecho de ser de etnia Han, la mayoritaria en China, no les pone fuera del alcance del largo brazo del PCCh.
En Hong Kong, las fuerzas autonomistas lograron el 57,4% del voto y 391 escaños (86%), con un 71% de participación. Xinhua, la agencia de prensa oficial china, ha atribuido la derrota de los candidatos de Pekín a las “manos negras” occidentales, a las que acusa de pagar, entrenar y organizar a los “facciosos” para frenar el “ascenso pacífico” de China.
Pekín ha asegurado que tomará “fuertes contramedidas”…