En el ministerio de Seguridad Pública de Kashgar (Xinjiang), una pantalla gigante despliega un detallado mapa de la ciudad donde están marcados sus puntos estratégicos, desde cuarteles a bancos y puestos de control policial.
En ese mapa, con un solo click, la policía muestra las imágenes en vivo que graban sus miles de cámaras de seguridad dispersas por la ciudad en parques, bancos, escuelas, estaciones de servicio, calles y mezquitas. Si las cámaras enfocan a una persona, el sistema, tras revisar millones de registros digitales, indica su identidad, domicilio, estado civil, antecedentes penales, viajes, negocios y uso de Internet.
En Xinjiang, provincia de mayoría étnica uigur –los musulmanes de lengua túrquica– el gasto en seguridad alcanzó los 8.400 millones de dólares en 2017, seis veces más que en 2012.
La red de Urumqi, capital de Xinjiang, realiza seis millones de identificaciones cada 24 horas. Las autoridades invierten miles de millones de dólares al año en desarrollar el sistema para hacerlo cada vez más preciso e infalible y acercarlo al Estado policial que George Orwell anticipó en su premonitoria novela 1984.
Xinjiang se está convirtiendo en un laboratorio de pruebas de los intrusivos sistemas de vigilancia electrónica y digital que compañías como la China Electronics Technology Corporation (CETC), empresa estatal de equipos de defensa, están exportando a todo el mundo.
La Inteligencia Artificial y sofisticados algoritmos permiten detectar patrones de conducta en Internet y las redes sociales. En Pekín hay unas 300.000 cámaras de seguridad. Edificios de apartamentos utilizan tecnologías de reconocimiento facial para impedir que sus inquilinos subarrienden sus pisos. Zhejiang y Guangdong, dos de las provincias más ricas del país, están planeando adoptar el sistema de Xinjiang.
En China, para comprar, desde gasolina a ordenadores, hay que presentar documentos de identidad, por lo que cada compra queda registrada…