INFORME SEMANAL DE POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 1075

Protestas contra la amenaza nuclear entre Estados Unidos y Corea del Norte. (Berlín, 18/11/2017). GETTY

#ISPE 1075. 19 marzo 2018

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Un avance diplomático se produce cuando una de las partes ofrece a la otra lo que esta quiere. Y Donald Trump le ha dado a Kim Jong-un algo que ansiaba desde hace mucho: una reunión con el hombre más poderoso del mundo.

Como el célebre viaje de Richard Nixon a China, hay maniobras que solo pueden hacer políticos cuya dureza negociadora nadie ponga en duda. En 2000, Kim Jong-il exigió un encuentro cara a cara con el entonces presidente Bill Clinton para firmar un acuerdo. El hecho de que Clinton estuviera al final de su mandato fue determinante para que no quisiera correr el riesgo.

Tanto para Corea del Norte como para EEUU, la reunión prevista para finales de mayo entre Trump y Kim Jong-un es una apuesta de alto riesgo que puede suavizar una situación bloqueada desde hace décadas, pero también activar una nueva escalada armamentista e incluso una guerra en la península coreana, al dejar a la diplomacia sin más cartas que jugar. La Casa Blanca asegura que no ha hecho concesiones, pero acordar ese encuentro ya es una concesión. Y quizá la más importante.

Trump ha denigrado el acuerdo del G5+1 con Irán como el “peor de la historia”, pero ahora tendrá que demostrar que lo puede hacer mejor que Barack Obama. Y en un caso mucho más difícil. Teherán aún no ha logrado dominar el ciclo nuclear, mientras que Pyongyang tiene en su poder alrededor de 20 cabezas nucleares y un volumen considerable de uranio enriquecido y plutonio.

Con el envío de una delegación a los Juegos Olímpicos de Invierno de Pyeongchang, donde los atletas surcoreanos y norcoreanos desfilaron bajo una sola bandera en la ceremonia inaugural, Kim ha mostrado ser un jugador sofisticado y dispuesto a asumir riesgos. Según el exgobernador de Nuevo México, Bill

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