El ataque yihadista contra una mezquita sufí en el norte del Sinaí ha puesto de manifiesto la capacidad de Daesh para perforar el blindaje militar de las zonas protegidas de la Península.
El atentado causó 305 muertos, incluidos 27 niños, en Bir al Abed, una aldea de 2.100 habitantes, a pesar de que la zona se encuentra en estado de emergencia desde octubre de 2014, con prohibición expresa de entrada a extranjeros. Aunque las fuerzas armadas patrullan incesantemente su extenso (60.000 kilómetros cuadrados) y poco poblado territorio (1,4 millones de personas, beduinas en su mayoría), desde julio de 2013 han muerto allí un millar de soldados y policías, casi 200 este año. Solo en el primer trimestre se registraron 130 ataques yihadistas en el Sinaí. En julio, 23 soldados murieron cuando dos coches bomba se estrellaron contra los puestos de control donde hacían guardia.
Pero la sofisticación del ataque contra la mezquita de Al Rauda, perpetrado por unos 30 yihadistas de la rama local de Daesh, Wilayat Sinai, que llegaron en cinco vehículos todoterreno, y el hecho de que tuviera como objetivo a musulmanes, tiene escasos antecedentes en Egipto.
Solo en Siria, Irak, Afganistán y Somalia –países con poblaciones 10 veces mayores que la del Sinaí– se han producido este año más muertes en ataques terroristas. Según Amnistía Internacional, el régimen egipcio lleva a cabo una campaña sistemática de tortura, desapariciones y ejecuciones extrajudiciales contra los islamistas de la zona. Pero la guerra sucia solo ha logrado enardecer sus deseos de venganza contra la población civil que colabora con los militares. En las últimas semanas los yihadistas habían amenazado a los “colaboracionistas” y especialmente a los sufíes, a quienes los salafistas consideran herejes o politeístas por su culto a las tumbas de sus santos y a su misticismo apolítico, lo…