Quedan muchas cosas por aclarar para saber si los ataques terroristas en Cataluña respondieron a las decisiones de un grupo yihadista autónomo o a las de una célula con conexiones internacionales y activada por órdenes superiores de Daesh.
Los atentados marcan el fin de la aparente tregua que el yihadismo habría concedido a España desde el 11 de marzo de 2004. El exdirector del National Counterterrorism Center de Estados Unidos, Matthew Olsen, ha elogiado la labor de las fuerzas de seguridad españolas como una de las más eficientes del mundo en materia antiterrorista. Sin embargo, tras atacar Francia, Bélgica, Alemania y Reino Unido, era solo cuestión de tiempo que los yihadistas pusieran a España en su punto de mira.
Cataluña, junto con Ceuta y Melilla, eran señaladas desde hace tiempo por Daesh como los territorios españoles más vulnerables, debido al sustrato de potencial radicalización yihadista que ofrece su población musulmana y su concentración en determinados centros urbanos. Aunque no se puede establecer una conexión directa entre el más de medio millón de musulmanes en Cataluña y el terrorismo, esa realidad demográfica facilita la aparición en su seno de individuos proclives a ser radicalizados por convicción, simpatía, coacción o miedo. Según fuentes de inteligencia, al menos un tercio de las mezquitas y oratorios en Cataluña están en la práctica controlados por predicadores salafistas, cuyas actividades proselitistas y sermones son pocas veces sometidos a vigilancia policial o de otro tipo.
Una reciente encuesta del Pew Research Center mostraba que el 59% de los europeos teme que la presencia de inmigrantes musulmanes en sus países aumente la posibilidad de ataques terroristas. El rechazo de la población nativa genera un círculo vicioso: las comunidades musulmanas se repliegan en sí mismas, creando guetos y “sociedades paralelas”, el caldo de cultivo del que surge el extremismo….