El movimiento de protesta Hirak, que surgió tras la muerte de un joven rifeño al tratar de recuperar la pesca que le había confiscado la policía en Alhucemas, está sacudiendo los cimientos del Majzén, el sistema de redes clientelares que emana del palacio real.
Desde la primavera árabe de 2011, que estalló en Túnez por un abuso policial similar, Marruecos no había vivido una crisis de tales proporciones. Mohamed VI reaccionó con rapidez a las protestas, sobre todo tras la caída del antiguo régimen tunecino, reformando la Constitución y el Código Penal y prometiendo una mayor apertura democrática. Pero con el paso del tiempo, ese impulso se ha diluido.
Las protestas demandaban inicialmente la liberación de centenares de activistas detenidos por las fuerzas de seguridad, pero ahora las reivindicaciones se han reorientado hacia el desempleo y la lucha contra la corrupción, cuestiones que afectan a todos los marroquíes, como han demostrado las manifestaciones de solidaridad con el Rif en Tánger y Rabat.
En octubre de 2016, Mouhcine Fikri se tiró al interior de un camión de basura intentando recuperar el pez espada que la policía le había confiscado. Murió aplastado por la trituradora del vehículo. Masivamente transmitido por las redes sociales, el video de su muerte desató la indignación de los rifeños, que le han convertido en mártir. Los líderes de Hirak reclaman una universidad, un hospital, plantas conserveras y mejores infraestructuras de transporte. Pero sobre todo, quieren decidir cómo se gastan los recursos públicos.
Nasser Zefzafi, líder de Hirak, fue detenido acusado de poner en peligro la seguridad nacional. Los líderes de la protesta exigen negociar solo con emisarios del rey.
Después de ganar las legislativas de octubre de 2016 –con 125 escaños de un total de 395–, el islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD)…