El primer ministro húngaro, Viktor Orban, da señales de debilidad tras gobernar más de siete años con una mayoría parlamentaria tan abrumadora que le permitió modificar la Constitución para aprobar el marco jurídico más restrictivo de la UE en materia de derechos fundamentales y libertades públicas.
Su popularidad ha disminuido del 37% al 31% desde enero. Ese descenso está directamente relacionado con dos medidas legislativas recientes del partido oficialista Fidesz. La primera, la aprobación en abril de una nueva ley educativa que podría conducir al cierre de la Universidad Central Europea, fundada en 1991 por el filántropo norteamericano de origen húngaro George Soros y dirigida en Budapest por el académico canadiense Michael Ignatieff, presidente y rector. Los dos han lanzado una intensa campaña de denuncia de las políticas de Orban contra la libertad de cátedra ante las instituciones de la UE y el Congreso de EEUU. Soros ha llegado a calificar a Orban, que recibió de joven una beca de su Open Society Foundations, como el “jefe de un Estado mafioso”.
La segunda y más reciente iniciativa, la nueva ley de ONG que les obliga a revelar el origen de las donaciones extranjeras que reciben, define a sus representantes como “agentes extranjeros”, los mismos términos de una norma similar rusa de 2012. Dado que Orban cree que la elección de Donald Trump ha mejorado su posición internacional, lo más probable es que siga adelante con su proyecto de Estado iliberal a la húngara para erosionar aún más la división de poderes, que en una entrevista definió como un “invento americano inadecuado para Europa”.
Orban defiende una ‘revolución cultural’ contra el multiculturalismo que construya una sociedad homogénea basada en los valores cristianos
Hasta ahora su gobierno se había centrado en el control de los medios…