La cumbre extraordinaria sobre el Brexit del Consejo Europeo, además de fijar las –duras– directrices para la negociación, abrió las puertas a la entrada en la UE de una Irlanda unificada. Aunque esa posibilidad es aún remota, ya no es improbable. Al contrario. El Brexit está fragmentando la política británica según criterios nacionales. Hoy los conservadores solo tienen un escaño en el Parlamento de Edimburgo y otro en el de Belfast, mientras que el nacionalista SNP ha barrido a los laboristas en Escocia, uno de sus antiguos baluartes electorales.
En Bruselas, el primer ministro irlandés, Enda Kenny, que apeló directamente al precedente de la Alemania reunificada bajo el paraguas europeo, obtuvo el compromiso de los 27 de que la situación de Irlanda del Norte y el proceso de paz serán asuntos primordiales en la negociación con Londres. El presidente del Consejo, Donald Tusk, le aseguró que una de las tres prioridades, al lado de los derechos de los ciudadanos y la factura del divorcio, será evitar la aparición de una “frontera dura” entre las dos Irlandas.
Kenny señaló que las condiciones para un referéndum no existen, hoy por hoy, pero subrayando que la declaración de la UE de que el “entero territorio” de Irlanda del Norte se convertiría automáticamente en parte de la UE si los irlandeses votaban por la reunificación, “despejaba dudas e incertidumbres”. En el referéndum del Brexit, el 55,8% de los norirlandeses votó por el Remain. El apoyo a una Irlanda unida es mayoritario en la república (65%), pero por ahora solo es respaldada por el 27% de los norirlandeses.
David Davis, secretario británico para el Brexit, ya advirtió hace unas semanas a la Cámara de los Comunes sobre ese posible desenlace, prometiendo que Londres honrará los compromisos adquiridos en los Acuerdos de Viernes Santo de…