Las antiguas dudas sobre el Deutsche Bank (DB) se han intensificado después de que el departamento de Justicia de Estados Unidos anunciara su intención de imponerle una multa de 14.000 millones de dólares por haber vendido hipotecas basura entre 2005 y 2007. Aunque la cifra final seguramente será menor, como sucedió con las multas a Citigroup y Goldman Sachs, esto no supondrá un alivio significativo para el banco.
La entidad, que vale ahora mismo en bolsa poco más de 14.000 millones de euros y un cuarto de su valor en libros, perdió en 2015 6.800 millones, lo que le obligó a suspender sine die el pago del dividendo. En realidad, el DB nunca se recuperó del todo de la crisis provocada en 2008 por la caída de Lehman Brothers. Sus problemas no han dejado de aumentar: pérdidas, malos resultados, rumores de insolvencia, caída de las ratios de negocio y capital y decenas de litigios en varios países. El propio FMI ha calificado al Deutsche Bank como el banco grande “con más riesgo del mundo”.
El nuevo CEO, John Cryan, no ha resuelto ninguno de los problemas fundamentales del banco. Su plan de reestructuración, que implicó la desaparición de 15.000 puestos de trabajo y la salida del banco de 10 países, no está funcionando. El DB sigue descapitalizado, con márgenes muy bajos y dificultades para cerrar la venta de algunas divisiones, además de haber tenido que provisionar 5.500 millones de euros para gastos judiciales.
A sus problemas particulares se añaden los del sector bancario –tipos bajos o negativos, presiones regulatorias, competencia implacable…–, lo que explica la pérdida de confianza de los inversores en sus posibilidades de mejora y la continua caída del valor de sus acciones. Así las cosas, no extraña la virulencia de los ataques de los inversores…