Una vez cerrado este número 111, estamos seguros de que servirá especialmente a la actualidad, a la información, además de servir también a la inteligencia del lector. ¿Es excesivo afirmarlo? Creemos que no. España es un país de gran historia, con extensos periodos centrados sobre el mundo exterior. Más de dos siglos en los últimos 700 años. Un país que ha contribuido a formar el mundo, con no poco esfuerzo, no solo a su propio servicio, también al de pueblos lejanos.
En cierto modo la idea de España existía, incoada, en los años de Alfonso X. Hacia 1280 vivía ya una realidad, España, que se extendería dos siglos después a Aragón, Cataluña, Andalucía, Navarra. Y desde allí a los enclaves del Mediterráneo, más tarde a América. ¿Es esto vana erudición, pedantería de calendario? Creemos más bien que es parte de nuestra vida, de nuestra peripecia europea. Las ideas de nación, estado, comunidad política, contrato social, dependen, como todo quehacer del hombre, de un mundo ambivalente, el mundo de las palabras. El ser humano vive dentro del territorio del lenguaje. La civilización consiste en dotar de significados, más o menos inequívocos a algunos términos, conceptos, principios… Como todo en la vida, el concepto de estado vive en la evolución.
Creemos que POLÍTICA EXTERIOR aporta a este debate –¿dónde están los centros de poder, hacia dónde va el estado, por qué es básico el principio de legitimidad?– una nueva contribución, meditada y actual. Dos profesores españoles nos envían su respuesta, contestando a nuestra petición: Juan Urrutia, catedrático de la Universidad Carlos III, e Ignacio Sotelo, catedrático de la Universidad Libre de Berlín. Son, creemos, dos trabajos originales, dirigidos al núcleo de la cuestión: ¿por qué el estado, como la vida, evoluciona? ¿Por qué ese concepto ha de partir, para evolucionar, de bases…