Lo que ocurre en la República Islámica no deja indiferente a sus vecinos. ¿Cuáles serán los efectos en Siria, Líbano y los territorios palestinos de la nueva configuración de fuerzas en Irán?
Desde hace 30 años, Irán vive sumido en un dilema existencial: mantenerse fiel a la naturaleza teocrática de la República Islámica creada por el ayatolá Jomeini o permitir que el sistema de gobierno sea aquel que elijan sus ciudadanos a través de elecciones democráticas. Durante ese tiempo, han tenido lugar en el país casi una treintena de procesos electorales a distintos niveles. En ellos se combinaron los elementos teocráticos prevalecientes en el sistema con ciertas prácticas democráticas. Algunos resultados electorales fueron inesperados, pero nunca se puso en peligro ni se cuestionó seriamente el modelo surgido de la revolución islámica.
Nunca, hasta las presidenciales del 12 de junio de 2009. Los resultados oficiales que daban la victoria al candidato ultraconservador Mahmud Ahmadineyad, con el 63 por cien de votos a favor, han despertado sospechas de fraude en todo mundo, sobre todo debido a la reacción de importantes sectores de la sociedad iraní que han mostrado su descontento con el proceso y con los resultados desde la misma noche electoral.
La amplia movilización social previa a las elecciones por parte de sectores favorables al cambio y el elevado índice de participación (cerca del 85 por cien) presagiaban un resultado distinto, bien en forma de victoria del candidato moderado Mir Hosein Musavi o, al menos, una segunda ronda entre los dos candidatos más votados. El líder supremo, Ali Jamenei, tomó la decisión arriesgada de romper con su papel de árbitro y decantarse abiertamente a favor de Ahmadineyad, a quien felicitó por su victoria incluso antes de darse a conocer los resultados oficiales, al tiempo que se mostraba cada vez más amenazante…