Lejos de constituir un hecho aislado, el ataque de la milicia proiraní integrada en el llamado Movimiento de Resistencia de Irak (Kataeb Hizbulah), se enmarca en una dinámica regional de acción y reacción a varias bandas, acelerada significativamente desde el pasado 7 de octubre. Son ya más de 150 los ataques recibidos desde esa fecha por las fuerzas estadounidenses desplegadas en Oriente Medio, incluyendo la base Torre 22. Lo novedoso en este caso es que, utilizando una táctica que logró engañar a las defensas antiaéreas del acuartelamiento, por primera vez desde ese día, EEUU ha sufrido sus primeras bajas mortales en combate. Un hecho que impulsa a Joe Biden a responder.
La duda que se abre en ese punto es si Washington decidirá golpear directamente a Irán o si se contenta, como hasta ahora, con seleccionar objetivos menos relevantes, contra alguno de los peones que Teherán viene empleando en la región. En el primer caso, Biden sabe que estaría aumentando peligrosamente una espiral de confrontación regional que podría hacerle aún más difícil su intención de concentrar sus esfuerzos en el Indo-Pacífico. Actualmente Estados Unidos cuenta con alrededor de 40.000 efectivos terrestres en la zona (13.000 en Kuwait, 10.000 en Qatar, 9.000 en Bahréin, 3.000 en Jordania, 2.500 en Irak); o, lo que es lo mismo, ofrece esa misma cantidad de objetivos a Irán y a todos sus peones regionales (desde Hizbulah, en Líbano, hasta los huzíes yemeníes, pasando por todas las milicias proiraníes en Siria e Irak que los pasdarán han ido creando y alimentando desde hace años).
Pero si se limita a hacer lo que, de hecho, ya viene haciendo regularmente desde hace tiempo, resulta evidente concluir que un nuevo lanzamiento de misiles o drones contra alguna célula proiraní no logrará disuadir nuevos ataques contra sus fuerzas….