Las principales operaciones militares en Irak han terminado”. Con este mensaje, George W. Bush, anunció desde el portaaviones Abraham Lincoln el fin de los combates en Irak el 2 de mayo de 2003. Dirigiéndose a sus soldados, el entonces presidente de Estados Unidos subrayó: “Gracias a vosotros el tirano ha caído e Irak es libre”. El comandante en jefe hacía esta declaración bajo una gran lona que proclamaba “Mission Accomplished” (misión cumplida), cuando los tambores de guerra no habían hecho más que empezar su marcha fúnebre. Es difícil mirar atrás sin escandalizarse ante una frivolidad de tal magnitud.
Se cumplen 15 años de aquel evento. La invasión de Irak significó el inicio de casi todo lo que ha ocurrido después en el país y la región, así como mucho de lo acontecido en el orden internacional. El derribo de las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001, y las posteriores operaciones estadounidenses en Oriente Próximo acabaron con el espejismo unipolar de los años noventa y con el trampantojo de seguridad y prosperidad que acompañaba al célebre “fin de la Historia”.
En el plano global, la invasión de Irak es el kilómetro cero de los daños perpetrados –algunos puede que irreparablemente– contra el orden liberal internacional, exacerbados estos últimos años. La utopía kantiana de una paz cosmopolita basada en normas, diálogo y cooperación, que había visto su reflejo en la lenta vertebración de organismos multilaterales tras 1945, sufrió un revés sin precedentes. En este sentido, cabe entender las actuales amenazas proteccionistas como réplicas intensificadas de ese episodio: del unilateralismo militar al unilateralismo comercial.
Recapitulemos. La mala digestión de unos atentados que consternaron al mundo puso en marcha planes prefabricados que los neoconservadores, ya instalados en Washington, tenían para Oriente Próximo. Ideas cocinadas a fuego lento desde el think tank Project…