>   NÚMERO 29

Interdependencia hispano-francesa

Carta a los lectores
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Fernando Savater dedica su libro volteriano “a nuestros afrancesados, pasados y presentes (¿los habrá futuros)”. Baroja presenta a su antihéroe de Los últimos románticos “sacando de la librería de su padre todas las obras de Táctica y de Castramentación, sustituyéndolas por libros de Sue, Lamartine, Victor Hugo y Dumas”. Miguel Artola, en su historia del XIX español, es menos angelical, más exigente, y se queja de la inversión francesa en los ferrocarriles españoles, “que no sirvió de estímulo para la industria nacional, por la sencilla razón de que ésta no existía y los capitalistas franceses no tenían ningún interés en crearla, en competencia con sus propias empresas. Por el contrario, buscaron desarrollar su propia producción merced al uso abusivo que se realizó de las exenciones arancelarias para los productos de importación”.

Este número de ECONOMÍA EXTERIOR quiere llamar la atención sobre la importancia de Francia en la economía española y en nuestra integración en la Unión Europea. Aunque los ecos del mensaje antifrancés de los años recientes continúan golpeando los oídos de los ciudadanos españoles, las “malas relaciones hispano-francesas” se han sustituido por un mensaje de sintonía.

La exaltación de los logros económicos –crecimiento superior a la media europea en los tres últimos años– junto al estancamiento de Francia disparó el valor de lo español y de la política económica del gobierno del Partido Popular. Nuestro modelo brillaba con luz propia: independencia, ganada dentro de la UE, frente al eje franco-alemán, y búsqueda de nuevas alianzas con los poderosos del planeta. La realidad de la fuerte interdependencia de la economía española con la francesa o la alemana quedaba postergada. Pero los intereses mutuos y la propia naturaleza de las cosas exigen mayor reflexión.

La historiadora Charlotte Vorms recuerda en estas páginas el enfrentamiento que en los años ochenta se originó…

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