Al cabo de veinte años de titubeantes y precavidas reformas, caracterizadas por éxitos y fracasos, avances y retrocesos, hoy ya está claro que Hungría ha emprendido el intento histórico de transformar, a fondo su sistema económico y político. El objetivo no es sólo hacer más eficiente su economía, modernizar el sistema de gestión económico, emplear más ampliamente los métodos de mercado y la competencia, y a través de todo ello lograr una mayor eficiencia de las tan citadas reformas, sino transformar de modo radical todo el modelo y crear una economía de mercado con competitividad internacional, basada en la competencia y en la propiedad mixta de los medios de producción.
Hoy ya queda claro que en Hungría las transformaciones están dirigidas a liquidar un modelo económica y político en quiebra, históricamente fracasado, y crear simultáneamente un nuevo sistema político y económico. El objetivo fundamental en la esfera política es restablecer la soberanía popular (según palabras de Imre Pozsgay, “reemplazar el principio de la soberanía del partido por el principio de la soberanía del pueblo”), instaurar una democracia parlamentaria sustentada en el pluripartidismo y, en el terreno económico, producir una verdadera economía de mercado, insertarnos, integrarnos en el sistema económico internacional. La conocida y recalcada tesis de la estrecha relación existente entre la democracia política y la economía de mercado se hace valer vigorosamente en el proceso húngaro de transformación; las reformas políticas y las económicas se impulsan mutuamente; su separación temporal y la tensión interna que esto produce a veces tienen un efecto paralizante sobre el avance de la totalidad del proceso de reforma.
Desde luego, muchos consideran que en lugar de decir proceso de reforma la expresión correcta sería “revolución”, alegando que se trata en gran parte de cambios iniciados desde abajo, radicales y que han penetrado en toda…