El auge del comercio bilateral de mercancías, los productos intercambiados y la voluntad india de reducir el déficit bilateral, apuntan a una creciente complementariedad o división del trabajo entre India y China. En cuanto a las inversiones directas cruzadas, hasta ahora son muy escasas.
Los dos países más poblados del mundo están condenados a entenderse, esto es, a superar su tradicional rivalidad (que alcanzó su máximo, como es sabido, en la guerra fronteriza de 1962), a resolver, de manera pacífica, sus contenciosos territoriales y a convivir en los océanos Índico y Pacífico. A eso contribuyen dos factores. En primer lugar, la creciente convergencia en su política exterior y en sus intereses estratégicos, como se ha visto en los últimos años en foros como el G-20 y el de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica). Por ejemplo, ambos defienden el multilateralismo y la multipolaridad, así como la estabilidad regional y global, puesto que se trata de grandes países en desarrollo cuya prioridad es la lucha contra la pobreza y el aumento de la renta per cápita. En segundo lugar, la existencia de una complementariedad económica (entre sí y en mercados terceros) significativa y creciente con el paso del tiempo. Este artículo intentará argumentar que esa complementariedad es importante y cada vez mayor, lo que podría ayudar a que se pueda hablar de una “Chindia” en proceso de formación.