Este número de Economía Exterior trata de ser una provocación intelectual para iniciarse en ese espacio cuasiinfinito político, económico y social que es India.
Primer decenio del siglo XXI, tasas de crecimiento del PIB del 10 por cien, que se reducen al 7,2 por cien en 2011 y bajan en 2012 hasta el 5,5 por cien. Un déficit fiscal próximo al 10 por cien del PIB y otro de balance de pagos equivalente al 6,5 por cien, en tanto que el índice de precios al consumo avanza con una tasa del 10 por cien anual. Indicadores temibles que constituyen la amenaza de una rebaja en la calificación de la deuda soberana. Las políticas de liberalización económica, el big bang de 1991, la gran reforma protagonizada por el primer ministro Manmohan Singh, parecen haber agotado sus posibilidades. El vínculo entre liberalización y mejora del nivel de vida se está borrando. Los pobres y los marginados ya no recogen los frutos de una economía de mercado, que sí había conseguido promocionar a 300 millones de ciudadanos a la condición de clase media. El crecimiento pierde fuelle mientras el vecino chino mantiene su cadencia e indonesios y filipinos avanzan a mayor velocidad.
En septiembre el primer ministro Singh, ha anunciado un nuevo paquete de medidas liberalizadoras. Comercio minorista: se autoriza la entrada de grandes cadenas de distribución, Waltmart y Carrefour, que ya estaban en la carrera. El sector aéreo se abrirá a la competencia y el Estado indio revisará su estrategia de privatizaciones. La política de subsidios, concretamente el diésel, sufrirá fuertes recortes. Esta medida intenta justificarse por el elevado coste presupuestario de esos subsidios, unos 34.000 millones de dólares anuales, que además suponían un estímulo para la compra de vehículos de alta cilindrada y una invitación al comercio ilegal transfronterizo.
Las empresas…