Ideología universal
¿Qué es el neoliberalismo? Una pregunta simple. Incluso absurda si tenemos en cuenta que prácticamente todo el sistema internacional está guiado bajo las premisas neoliberales. Parece, pues, fácil de responder. Sin embargo, más que dar una definición, el neoliberalismo suele ser calificado simplemente como lo contrario al socialismo o como la puesta en escena a finales del siglo XX del liberalismo de los pensadores ilustrados. Para Fernando Escalante Gonzalbo la respuesta es clara: el neoliberalismo es un programa intelectual completo. Programa que se extiende hacia lo económico y lo político, con un conjunto de ideas generales que alcanzan incluso la educación, la sanidad y el derecho.
Escalante es mexicano y experto en ciudadanía. Estudió Relaciones Internacionales y se doctoró en Sociología. Su recorrido como profesor por universidades e institutos de todo el mundo le da autoridad para desentrañar y explicar un fenómeno de tal magnitud. Como un gran manual que cualquiera con un mínimo interés debería conocer, Escalante dibuja en Historia mínima del neoliberalismo un tour histórico a través de los grandes representantes de esta corriente económica y política. El autor se sumerge entre obras e historia para encontrar paralelismos y explicar los cambios acelerados de los últimos 40 años.
El derrumbe del liberalismo fue también el origen del neoliberalismo. Ideologías sucesivas y diferentes. En 1944, Friedrich Hayek publica Camino de servidumbre, máximo exponente del neoliberalismo. Pero su nacimiento puede fecharse años antes. En agosto de 1938 se celebró en París el Coloquio Lippmann, con el rechazo a las ideas colectivistas como eje central. Las diferencias con el liberalismo ya son visibles aquí: el neoliberalismo deja a un lado el laissez-faire y acepta que el Estado es necesario como herramienta para sostener la lógica del mercado.
A la vez que el acervo intelectual del neoliberalismo iba cogiendo forma, sobre todo en los años cincuenta del siglo XX con autores como Milton Friedman, James Buchanan o Gary Becker, el camino tomado por los principales gobiernos mundiales como reacción a la Gran Depresión de 1929 era un obstáculo al desarrollo de estas ideas. Fue necesaria otra crisis mundial para cambiar los cimientos de la sociedad. Cuando estalló la crisis del petróleo en 1973, con sus devastadoras consecuencias en Estados Unidos y Europa, poniendo sobre la mesa el agotamiento del Estado del bienestar, el neoliberalismo ya estaba allí, ansioso por poner en marcha las ideas que se habían gestado durante décadas. La crítica de Friedman a la curva de Phillips y su explicación sobre la aparición simultánea de desempleo e inflación le convirtieron en el mayor exponente de esta época. Hasta la llegada de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, claro está.
Si los años setenta prepararon el camino, en los ochenta el neoliberalismo lo hizo suyo. “There is no such a thing as society” (la sociedad no existe). Para Thatcher no había alternativa, no existía sociedad, solo individuos. La dama de hierro se centró en el déficit público mientras que Reagan se preocupó por los impuestos y por reducir la burocracia. Puede que ambos presentaran diferencias pero permitieron el asentamiento del Estado neoliberal en occidente, mientras que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional se encargaron de trasladarlo a la periferia. En resumen, los años ochenta dejaron una idea esencial: sin libertad de mercado no hay desarrollo. El fin de la guerra fría y la caída de la URSS permitieron la expansión del mercado global durante la década de los noventa. Se trata de un mercado sostenido por la libre circulación de capitales y de mercancías, con el apoyo de los paraísos fiscales.
La historia cíclica de la economía parecía anticipar que el neoliberalismo se acabaría igual que empezó, tras una nueva gran crisis. En 2008, la premisa de Hayek sobre que en un mercado libre, y por tanto eficiente, no se podían producir burbujas falló. ¿Por qué entonces siguen vigentes esas ideas? En vez de hundirse, el neoliberalismo se ha reconstruido. La solución es de nuevo el mercado. Y la culpa un mal uso del Estado. La austeridad, se convirtió en 2010 en la ofensiva del neoliberalismo. Para reducir el gasto público, el Estado debía hacerse a un lado. Para Escalante, varios factores explican la supervivencia del neoliberalismo: la supremacía del individuo y la ausencia de sentimiento colectivo que ha resultado en la transformación –más bien reducción– del espacio público.
En Historia mínima del neoliberalismo Escalante consigue explicar, sin entrar en valoraciones ni retóricas, por qué en menos de medio siglo el neoliberalismo se alzó como la ideología dominante. Y la explicación es más sencilla de lo que pudiera parecer. El neoliberalismo es simple y fácil en última instancia, al ofrecer una única solución efectiva en cualquier ámbito: el mercado.