Autor: Mario Sznajder
Editorial: Turner
Fecha: 2018
Páginas: 288
Lugar: Madrid

Historia mínima de Israel

Pablo Colomer
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El 12 de mayo de 1948 se reunió el protogobierno provisional de Israel en Tel Aviv. De los 13 miembros del gabinete, dos no pudieron asistir porque estaban aislados en Jerusalén, sitiada desde febrero de ese año por fuerzas palestinas; un tercer miembro se encontraba de misión en Estados Unidos. Los diez restantes tenían que decidir entre aceptar una propuesta estadounidense de tregua –la guerra entre las comunidades árabe y judía de Palestina llevaba en marcha desde noviembre– o declarar la independencia del Estado judío. Por seis votos contra cuatro, los presentes decidieron declarar la independencia. Por cinco votos contra cuatro optaron, a su vez, por no definir las futuras fronteras del Estado.

Dos días después, el 14 de mayo, el recién nombrado primer ministro y ministro de Seguridad, David Ben Gurion, cerró su diario personal, llevado hasta esa fecha, y abrió uno nuevo. “A las cuatro en punto de la tarde, se declaró la independencia judía. Se estableció el Estado. Su destino está en manos de las fuerzas de seguridad”, escribió. Setenta años después, las palabras del padre de la patria siguen siendo válidas, como queda claro después de la lectura de Historia mínima de Israel, de Mario Sznajder, que en una labor encomiable, pese a una ejecución algo farragosa, repasa la historia milenaria de un pueblo, una región y un conflicto aún vigente. Del siglo XVIII a.C. hasta 2015, ralentizando el ritmo a partir del siglo XIX y el surgimiento del sionismo.

En la actualidad, los israelíes están ganando y perdiendo el conflicto al mismo tiempo. Militarmente, y gracias al paraguas protector de EEUU, Israel puede sentirse seguro de su superioridad en Oriente Próximo, incluso ante rivales como Irán. Ejemplo de dicha superioridad lo tenemos próximo: en la noche del 9 al 10 de mayo, apenas un día después de que Donald Trump anunciase que EEUU se retiraba del acuerdo nuclear y reimpusiese las sanciones a Irán, los israelíes bombardearon prácticamente toda la infraestructura militar que los iraníes habían levantado en Siria, a raíz de su intervención en la guerra, desmoronando en una noche un trabajo de meses.

Política y moralmente, sin embargo, Israel está muriendo de éxito. La última década de gobiernos presididos por Benjamin Netanyahu ha hecho mella. Con una sociedad cada vez más escorada hacia la derecha –“más nacionalista, racista, militarista e incluso religiosa”, en palabras de Gideon Levy–, la paz parece descartada; incluso la palabra “ocupación” se ha vuelto controvertida. “En este ambiente está claro que ya nadie habla de proceso de paz, de un acuerdo permanente, de justicia, de poner fin a la ocupación –escribe Levy–. Israel está haciendo todo lo que está en sus manos para mantener la situación, para reforzarla y para garantizar que nunca sea posible un Estado palestino”. Con unos de 700.000 colonos, incluidos los de Jerusalén Este, la posibilidad de un Estado palestino viable parece ya imposible. Así, Israel y los territorios ocupados deben ser considerados como una sola entidad, como un único Estado. Un Estado donde, hoy día, malviven ciudadanos de primera, segunda y tercera clase.

Según Sznajder, profesor emérito de la Universidad Hebrea de Jerusalén, la capacidad de improvisación que caracteriza a las élites israelíes les ha permitido y sigue permitiendo sortear los múltiples obstáculos del proyecto sionista. “Sin embargo –añade–, al no basarse en estrategias a largo plazo y plantear soluciones efectivas a problemas ad hoc, crean nuevos problemas que generan una sensación continua de crisis”.

Y ahí está quizá una de las claves en las que ahonda el libro de Sznajder: la crisis como forma de vida de una civilización, de un pueblo que gracias a una extraordinaria capacidad de adaptación y resistencia consigue salir adelante, ordalía tras ordalía. Cabe preguntarse, después de este repaso breve, si el precio a pagar está mereciendo la pena.