Editorial: Turner
Fecha: 2013
Páginas: 340
Lugar: Madrid

Historia mínima del País Vasco

Jon Juaristi
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En los últimos años está cambiando la concepción de qué y cómo conforma España. La deriva independentista de Cataluña, especialmente evidente tras la Diada de 2012, hace patente el cambio de paradigma del otro lado del Ebro. En el País Vasco, el calendario político continua dominado por un proceso de paz que, es de esperar, finalizará con el desarme de ETA . Ambos casos representan puntos de inflexión en la historia de las relaciones entre los nacionalismos periféricos y el resto de España.  Nos invitan a renovar la reflexión perenne sobre este país –al que Eric Hobsbawm ya calificó como notoriamente anómalo e introspectivo– para conseguir que la diversidad de España se entienda, de una vez por todas, como un poderoso activo en vez de un lastre. Mal que les pese a nacionalistas en Barcelona, Baracaldo, o Valladolid.

En lo que al País Vasco respecta, esta Historia mínima constituye una introducción excelente. Más aún siendo su autor Jon Juaristi, historiador que, en palabras de Javier Tusell, combina “una erudición extraordinaria, una cuenta pendiente respecto a su pasado que le proporciona la imprescindible vehemencia para tratar la cuestión, y una gran capacidad para la polémica y la diatriba”. En este libro, la última capacidad queda relegada a un segundo plano, lo que resulta comprensible ante la obligación de sintetizar 40.00 años de historia en 300 páginas: desde la llegada de maketos Homo sapiens, a la elección de Patxi López. Pasando por la conquista romana, la adquisición de la hidalguía universal en Vizcaya, Sabino Arana, el auge y caída de Neguri, y el franquismo. Discutiendo las aportaciones de Miguel de Unamuno, los Baroja, Telesforo Aranzadi, Wilhem von Humboldt, y Aymeric Picaud –quien, en su redacción del Códice Calixtino, sepultó a vascones y navarros en un torrente de infamias. Y desmontando los abundantes mitos sobre la región: la pureza étnica de sus habitantes, la supuesta resistencia vasco-cántabra a Roma, la concepción del País Vasco como “una Hispania sin romanizar”, la existencia de un monoteísmo pre-cristiano en la región, o la crudeza de la represión franquista (no es que no existiera, sino que fue dirigida antes contra republicanos izquierdistas que contra los –muy católicos– nacionalistas vascos).

Juaristi, a pesar de todo, no renuncia a una prosa cáustica. “Hay todavía gentes para las que es necesario sostener que los cazadores del Paleolítico eran tan vascos como los jugadores del Athletic de Bilbao”, observa. En 1979, nacionalistas vascos cambian los doce cañones del blasón de Guipúzcoa por rodelas. “Lo mismo habría dado cambiarlos por doce botijos”, sentencia Juaristi: el caso es que los cañones suponían un engorro para el nacionalismo vasco, al haber pertenecido a un ejército navarro derrotado por guipuzcoanos en Velate. El blasón renovado “se asemeja vagamente a una menestra minimalista diseñada por Arzak”. Cierta tesis de Claudio Sánchez Albornoz también se convierte en objeto de la ira de Juaristi. “Lo inconcebible es que haya hecho perder el tiempo a tanta gente,” espeta antes de dedicar varias páginas a rebatirla.

Especialmente interesante es la discusión respecto al término más adecuado para referirse a la región, que incluye a Navarra y las provincias vascas francesas. “País Vasco” queda descartado al ser una adaptación del Pays Basque francés, nombre que recibió la región al ponerse de moda (en 1808 Napoleón inauguró en Biarritz la primera temporada de baños de la historia; sus playas y la de Henaya se convirtieron en un destino de vacaciones durante el reinado de su sobrino). Euskadi es un neologismo del Euzkadi que acuñó Arana, mientras que Euskal Herria, adoptado hoy por la izquierda nacionalista, fue en su origen un término ligado al tradicionalismo. Por eliminatoria y corrección, el autor se decanta por Vasconia.

El libro, pese a su formato comprimido, es ameno y accesible. E incluso ante una historia tan controvertida como pudiera ser la del País Vasco, Juaristi zanja su aportación con una sentencia indiscutible: “en Vasconia se come mejor que en ninguna parte del mudo”.