Jorge Fonseca es Catedrático EU de Economía Internacional y Desarrollo, en la facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Complutense de Madrid
La evolución de YPF desde que el Estado argentino asumiera su control tras la expropiación de las acciones de Repsol no ha supuesto, de momento, un punto de inflexión en su retroceso productivo y de recuperación del nivel de reservas de hidrocarburos, que han seguido cayendo.
Si la economía argentina ha merecido la atención a lo largo de su historia es porque, entre los países no plenamente desarrollados de tamaño intermedio, fue el primero (principios del siglo XX) en conformar una estructura productiva que, a grandes rasgos, era la más comparable a las industrializadas de Europa. Dicha estructura, es sabido, se montó sobre la base de una formidable dotación de recursos agrícolas, ganaderos, mineros y energéticos. En el periodo de mundialización liberal (1870-1929), Argentina tuvo el mayor crecimiento económico gracias a la exportación de carne, trigo y otros cereales y a la creación de industrias relacionadas con estas producciones (molinos harineros, frigoríficos, etcétera). En ese periodo, la población pasó de 1,7 millones de habitantes a 12 millones, crecimiento explicado en gran parte por la inmigración (en su mayoría española e italiana).
Al sur del país, durante ese periodo, en 1907, en Comodoro Rivadavia (provincia de Chubut), se descubrió el primer yacimiento de petróleo y en 1922 se creó la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), segunda en el mundo integrada verticalmente (exploración, producción –extracción y destilería– y comercialización). En las décadas siguientes se descubrieron yacimientos en las provincias vecinas de Chubut, Santa Cruz, Río Negro, Mendoza, la insular Tierra del Fuego y también en la norteña Salta, limítrofe con Bolivia.
Aunque YPF compartió mercado con multinacionales petroleras extranjeras (Esso, filial de la Standard Oil de Nueva Jersey, hoy…