Existen pocos mitos sobre la “hábil prudencia” de Franco que hayan tenido un recorrido tan largo y duradero como el de Hendaya. Con él va de pareja un correlato: su gestión ante una supuesta amenaza contra la integridad y soberanía españolas que estuvieron dispuestas a ejecutar las tropas nazis durante la primera fase de la guerra europea en 1940-41.
En Hendaya, el 23 de octubre de 1940, Franco confrontó, se afirma, con sin igual astucia al entonces “amo de Europa”, Adolf Hitler, y virilmente se negó a participar en la contienda. Con éxito. Sobre la reunión, sus antecedentes y sus consecuencias, se han escrito ríos de tinta. Un historiador de recias credenciales profranquistas incluso se atrevió a escribir una “historia definitiva”. Sin embargo, Hendaya no ha liberado aún todos sus secretos. La mejor reconstrucción de lo ocurrido se debe, sin duda, a Manuel Ros Agudo y, en tiempos algo más lejanos, a Antonio Marquina y Paul Preston.
Lagunas previas
Para decir algo sustantivo hay que volver a las fuentes. Al hacerlo, rápidamente se pone de manifiesto que lo que debería ser la documentación fundamental por parte española no se conoce. Así, por ejemplo, no se dispone del dossier que a Franco se le habría preparado antes del encuentro. Una reunión de dos jefes de Estado no es nada trivial. Menos en tiempos de guerra. No pienso que el dossier hubiera contenido, en la terminología moderna, speaking points, exposición, line to take. No. Pero, en términos estrictamente burocráticos, ¿es verosímil que no hubiera escrito o solicitado alguna nota informativa? Franco no era un gigante nemotécnico ni hipermnésico. ¿O se fio de su instinto y de la divina providencia? Lo que se discutía afectaba directamente a cuestiones del Alto Estado Mayor (AEM) y de los ministerios de Asuntos Exteriores,…