En cuatro años España ha triplicado su ayuda a Haití y es hoy el cuarto donante por detrás de EE UU, Canadá y Francia. Graves problemas de inestabilidad política, seguridad y desarrollo económico son los retos de la misión de la ONU que renovará su mandato en octubre.
Haití fue uno de los más afectados en abril pasado por las revueltas en cerca de 40 países del mundo tras el fuerte incremento de los precios del arroz y otros productos básicos. El primer ministro, Jacques Édouard Alexis, fue destituido y murieron cinco personas, entre ellas un casco azul de las Naciones Unidas. Tres meses después, el gobierno español convocó, junto con los gobiernos de Francia y Argentina, una conferencia sobre la seguridad alimentaria y el desarrollo rural en Haití. Uno tras otro, los 53 países y organizaciones internacionales participantes insistieron en que junto a la emergencia humanitaria, son precisos planes concretos a corto y largo plazo que vinculen la producción agrícola con la protección social en áreas como educación, salud y vivienda, y la reducción de la pobreza.
Esos planes deben implementarse urgentemente porque la percepción de la mayor parte de los haitianos es que años de intervenciones no han dado ningún resultado tangible en esas cuestiones básicas. “La sociedad haitiana, dijo en Madrid Julia Levy, directora de la cooperación internacional argentina, no ve los resultados de la ayuda”. Tanto el gobierno como las agencias internacionales tienen planes de emergencia contra la escalada de los precios de los alimentos que está afectando gravemente al 30-40 por cien de la población, según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU (WFP, en sus siglas en inglés). Pero el problema de fondo es cómo lograr que Haití adquiera más capacidad propia para resistir golpes externos y no dependa eternamente de la ayuda…