Aunque Oriente Medio (a excepción de los países del Golfo) dispone de un superávit de mano de obra, la falta de conexión entre el sistema educativo y el mercado laboral es un grave problema que se refleja en las relativamente altas tasas de paro de la región MENA (Oriente Medio y Norte de África), en general, y sobre todo entre los titulados superiores. En 2014, más de una tercera parte de los desempleados (entre el 31,7% y el 40%) eran titulados universitarios.
Los jóvenes no han adquirido las aptitudes laborales exigidas por el mercado de trabajo y les falta formación práctica. Están concentrados en el sector informal y generalmente se encuentran realizando trabajos temporales e imposibilitados para disponer de recursos, como tierra, aptitudes, conocimientos, capital y conexiones sociales, y acceso a las instituciones, los mercados y los servicios públicos.
La consecuencia ha sido una fuga de cerebros, en particular entre los jóvenes. El porcentaje de los grupos de edad jóvenes (de 18 a 34 años) entre los emigrantes es mayor que entre los no emigrantes. Los que emigran han recibido una educación mejor. La proporción de personas con estudios secundarios y superiores entre los que se van es más elevada que entre los que se quedan. La probabilidad de que emigren es más alta. Por ejemplo, más de la mitad de los egipcios que dejan el país (53,9%) han terminado la formación secundaria o superior, mientras que los que no emigran, son menos de una tercera parte (30,2%). Un estudio que engloba la emigración procedente de 61 países en desarrollo que representan aproximadamente el 70% de la población total de los países de esa categoría, revela que “los mayores flujos migratorios de África a Estados Unidos proceden de Egipto, Ghana y Sudáfrica. Más del 60% de los emigrantes de estos…