La transformación de China introduce nuevos retos y oportunidades que deben ser incorporados a su estrategia comercial de diversificación, valor añadido e integración. China ha cobrado un nuevo interés por America Latina que es necesario aprovechar y la región está preparada.

Después de una década de sólido crecimiento económico y de grandes transformaciones para superar los retos de pobreza y desigualdad, América Latina afronta condiciones externas menos favorables pero también mayores debilidades domésticas. Durante los últimos dos años, la región ha experimentado una desaceleración resultado de las características estructurales de un crecimiento basado en las materias primas. Las altas tasas de crecimiento económico de la década de 2000 se han esfumado, y varios retos estructurales en educación, infraestructura y gobernanza, entre otros, perduran. En 2015, la región sufrió, por segundo año consecutivo, un crecimiento negativo, lejos de las tasas medias del cinco por cien de la década anterior, cuando la fuerte demanda global, los precios altos de las materias primas y la abundante liquidez, estimularon la expansión económica de la región. Un crecimiento económico global debilitado, la caída de los precios de las materias primas y la contención de los flujos de capital han tenido repercusiones en la actividad económica de la región.

En medio de un contexto menos favorable, la relación de América Latina con China se ha consolidado, y los vínculos comerciales con el país constituyen uno de los fenómenos destacados para la región de los últimos años. Si antes del inicio del milenio la relación comercial con el gigante asiático era casi imperceptible en la mayoría de países de la región, la profunda transformación de la economía china, primero hacia un modelo de exportación de manufacturas estandarizadas, y luego hacia uno de consumo doméstico, servicios y bienes tecnológicos, ha tenido profundas repercusiones en la dinámica del comercio…