La Historia está conociendo un proceso de aceleración con escasos precedentes en los tiempos modernos. Los conceptos válidos para un momento dado tienen que ser revisados y renovados apenas un decenio después. Desde 1985 Europa y el mundo desarrollado, las relaciones Este-Oeste, han conocido un tal cúmulo de novedades que es inevitable preguntarse si los antiguos parámetros sobre los que se construyó la seguridad europea no se han visto rebasados y empieza a ser necesario ordenar un nuevo modelo impuesto por los nuevos tiempos y acorde con ellos. Las próximas páginas intentan describir cuáles son las viejas nociones que han dominado la escena política hasta 1985 y cuáles los datos con que previsiblemente se deberá contar en el futuro.
Una vez más es necesario arrancar desde la realidad salida de la Segunda Guerra Mundial, que muestra la existencia de un continente dividido, achicado y empobrecido. La ruptura polarizada en torno a los bloques, la pérdida de las colonias por parte de los países que las poseían, el descuelgue como potencias económicas indiscutibles, al menos hasta la década de los sesenta, de la totalidad de los países europeos, conllevan el final del eurocentrismo y la consecución –después de aquel rapto glorioso que había exportado la civilización continental al mundo entero– de un segundo rapto, esta vez nada triunfal, en que la sustancia ideológica europea (el capitalismo y el comunismo) es exportada a dos grandes países, sólo en parte europeos –los Estados Unidos de América y la URSS de Europa y Asia– que van a convertirse en los nuevos protagonistas de la Historia mundial.
Una lección queda anotada, entre otras muchas, del período que se cierra en 1945: en el futuro el nacionalismo será mirado con desconfianza. La guerra ha sido el resultado de los afanes de primacía por parte de distintos…