‘Guerras culturales’ en Estados Unidos
Aunque cuenta con tan solo 150 páginas, Muerte a los normies, de la periodista irlandesa Angela Nagle, parece contener dos libros en uno. El primero y más reconocido es un estudio pionero de la ultraderecha estadounidense –la alt-right, como se autodenomina de manera eufemística–, centrado en su génesis y posterior desarrollo en redes sociales como 4Chan, Reddit, Youtube y Twitter. Nagle se ha sumergido en esta fosa séptica para que los demás no tengamos que hacerlo. En ese sentido, su libro merece un reconocimiento considerable, al igual que la iniciativa de la pequeña editorial Orciny Press por traducirlo y acercarlo a un público hispanohablante.
Adolescentes enajenados. Troles y acoso online. Misoginia, racismo y nihilismo despiadados, recubiertos con un barniz posmoderno. La ironía y el distanciamiento son rasgos distintivos del movimiento, cuyo emblema es la Rana Pepe (un personaje de cómic más bien inocuo, al que su creador terminó ejecutando simbólicamente como queja por la apropiación a la que fue sometida). Los miembros de la alt-right se consideran lo opuesto a un normie, prototipo del muermo convencional con ideas apelmazantes. Nagle vincula la pulsión irracional del movimiento a la obra de pensadores como el Marqués de Sade, Georges Bataille y Friedrich Nietzsche. Este último es ensalzado por el conjunto de la alt-right –desde su facción pretendidamente moderada a la abiertamente fascista–, si bien simplifica y retuerce su obra, como ya hizo el Tercer Reich.
No estamos ante un partido unificado, sino un movimiento líquido de jóvenes que siguen a diferentes figuras del mundo anglosajón: agitadores como Mike Cernovich o Milo Yiannopoulos; el conspiracionista desquiciado Alex Jones; el psicólogo y charlatán Jordan Peterson o fascistas convencionales (los neonazis de Stormfront lo son de manera declarada; otros, como Richard Spencer, fingen hacer “políticas identitarias para blancos”). Nos encontramos ante una nueva ultraderecha, joven y con vocación de transgredir. La estadounidense es la más destacada, pero países como Brasil e Italia están desarrollando movimientos similares. Muerte a los normies ofrece pistas útiles para entender y frenar su ascenso.
“Lo que llamamos alt-right es en realidad esta colección de tendencias separadas que crecieron de manera casi independiente unas de otras, pero que se unieron bajo el estandarte que supuso la irrupción de la política contraria a la corrección a través de las guerras culturales de los últimos años”, señala Nagle. Según la autora, la génesis del movimiento se encuentra en sus batallas virtuales contra jóvenes de signo progresista, que desde redes como Tumblr realizan una defensa incesante –y a menudo cansina, confusa e histriónica– de lo “políticamente correcto”: antirracismo, derechos LGTB y justicia social. El sentimentalismo desmedido y los excesos puritanos de este segundo grupo serían el reverso de la alt-right, frente al cual tomó forma.
Esta es la segunda lectura de Muerte a los normies. El libro aborda de manera polémica la utilidad de las “guerras culturales” que se libran en EEUU. Un asunto que se presta a una reflexión tanto allí como en España, donde el retorno del PSOE y la última ronda de escaramuzas virtuales en la izquierda han puesto la cuestión sobre el tapete. Ya en 2013, el teórico británico Mark Fisher denunció con lucidez los estragos que generaba en la izquierda una cultura de linchamiento y recriminación salvaje, promovida por los usuarios más dogmáticos y mojigatos de las redes. Una dinámica que, lejos de hacer de la izquierda un espacio transformador, la convierte en un claustro.
Nagle defiende a autores como Fisher y Adolph Reed, pero en ningún momento alcanza el rigor que caracteriza el trabajo de ambos. Al contrario, su manera de abordar la cuestión evidencia una pereza sorprendente. Faltan citas, sobran erratas y no parece haber leído a los autores con quienes pretende polemizar. Deslices de tal magnitud socavan por completo su tesis –a saber, que la izquierda se vuelca en cuestiones de “corrección política” pero ignora problemas de clase, y que el éxito de la alt-right resulta en gran medida de esta decisión–.
Como expone acertadamente Pablo Simón, la redistribución económica, la justicia social e incluso la llamada “política de gestos” no se excluyen mutuamente. Problemas supuestamente “identitarios” como el machismo o la discriminación racial están profundamente ligados a cuestiones redistributivas y materiales. Al entrar en el debate como un elefante en una cacharrería, Nagle hace un flaco favor a las posiciones que pretende defender. Pese a ser prescindible en tanto polémica sobre los problemas de la izquierda, Muerte a los normies continua siendo un estudio accesible y esclarecedor de la alt-right.