Existe una creciente complejidad a la hora de definir las formas de la guerra moderna y diferenciarlas de las acciones humanitarias o las misiones de paz. La aplicación interesada y flexible de estos conceptos por parte de los gobiernos confunde a los ejércitos y a la sociedad.
En septiembre de 2006, después del fallecimiento de un soldado español en Afganistán, el Partido Popular acusó al presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, de ocultar la verdad sobre la misión de España allí. El secretario general del PP, Ángel Acebes, indicó que si “se trata de imponer la paz es porque esta paz no existe”. A la vez dijo que en Afganistán “hay una guerra”. La acusación se ha repetido desde que el gobierno español envió tropas a ese país. El argumento del PP ha sido que se trata de una misión de guerra aunque sea titulada de paz, y que el gobierno español no ha presentado la dura realidad a la sociedad española.
Definir a una misión como “de guerra” o “de paz” no es solo un problema del gobierno de Zapatero. El ex presidente José María Aznar y miembros de su partido han dado diversas versiones para explicar por qué España participó en la guerra de Irak: unas veces para proteger los derechos humanos, otras como forma de colaborar en la guerra global contra el terrorismo, en ocasiones para acabar con el dictador Sadam Husein, o para hacer cumplir resoluciones de las Naciones Unidas sobre armas de destrucción masiva. El diputado del PP en las Cortes, Gustavo de Arístegui, por ejemplo, afirma en su blog que “España nunca fue a la guerra de Irak, (sino que) envió tropas para la pacificación y la estabilización del país como quedaba reflejado en las resoluciones 1483, 1500 y 1511 (de la ONU)”….