Las llamadas compañías nacionales de los Estados petroleros, poco significativas hace tres décadas, han reducido las antaño orgullosas ‘siete hermanas’ a una posición cada vez más marginal. Tras algunos años de pasividad, ahora intentan recuperar terreno en el ‘upstream’.
El ascenso de los países emergentes no podía dejar de tener efectos sobre el sector petrolero mundial. Y lo ha tenido, aún a mayor escala que en otros sectores. Las llamadas IOC (International Oil Companies), las poderosas majors estadounidenses, británicas o francesas, que dominaban el sector hasta la década de los ochenta, han sufrido en los últimos años un revolcón importante.
Empresas como Shell, Mobil, Chevron o BP, que durante años identificamos con lo más poderoso y granado de la industria, han perdido en estas últimas dos décadas prácticamente su hegemonía ante el imparable avance de las NOC (National Oil Companies), propiedad de los Estados petroleros, que son las que ahora tienen la sartén por el mango en el sector y en el mercado. Hablamos, naturalmente, de nombres como Sinopec, Lukoil, Gazprom, Petrobras, Petrochina, Petronas, PDVSA o Aramco.
Mientras que en 1996, nueve de las 10 primeras petroleras del mundo del ranking de Forbes eran IOC, es decir, petroleras privadas occidentales, en 2009, 13 años después, eran solo seis. Esto, en términos de facturación, porque en producción el desplome de las majors ha sido aún mayor. Según un estudio del James Baker Institute for Public Policy, en estos momentos, solo cuatro o cinco de las primeras 20 petroleras del mundo pertenecen al grupo de las majors, las “siete hermanas” de hace años. Las restantes 15 o 16 son petroleras públicas, propiedad en su mayoría de los países productores.
Y no es solo que las majors hayan perdido puestos en cuanto a facturación y producción. Son cada vez…