Uno no elige qué está pasando en el mundo cuando se estrena su película, ni cuando la graba ni cuando la escribe. De todas las indigestiones de finales de 2023, la de Guy Nattiv, israelí afincado en Estados Unidos y director de la película Golda (2023), se lleva probablemente la palma. Imaginad las cenas de navidad. Imaginad ese octubre, ese principio de las hostilidades en el norte de Gaza. Es prácticamente imposible que haya podido hablar de su película, sea con quien sea, sin tratar el comienzo de la guerra en Gaza y los paralelismos con los atentados de Hamás.
Golda (2023)
Dirección: Guy Nattiv
Reino Unido
100 minutos
Puede que Nattiv, en lugar de eso, prefiriera hablar de su película, y de por qué no termina de funcionar salvo como hagiografía de Golda Meir, primera ministra israelí entre 1969 y 1974, coincidiendo en el tiempo con la Guerra de Yom Kipur, que es precisamente donde se centra la película. Es en esos días donde nos propone acercarnos a la figura, conocerla en lo peor de la crisis para entender su dimensión moral e integridad, aunque sin exponernos de dónde venía, cómo llegó o qué principios laboristas defendía.
Excesivamente recargada de planos y humo de cigarrillo, deleitándose en la parte más humana de la primera ministra, sin terminar de ser ni un biopic, ni una película bélica ni cine político, Golda nos acerca una figura relativamente desconocida –al menos para algunas edades– y nos recuerda las penurias que ha tenido que afrontar el Estado de Israel desde que existe.
«Entre lo mejor, la actuación de una espléndidamente caracterizada Helen Mirren y algunas conversaciones entre Golda Meir y Kissinger»
Golda deja algunas lecciones, como que quien importa en ese Oriente Próximo, en el de esos años, es Henry Kissinger, o que el orgulloso Estado de Israel se levanta siempre esté solo o no (aunque casi nunca esté solo). Aceptando que Golda no profundiza en muchos de los dilemas a los que apunta, y que recrea una época en la que la propia figura de la primera ministra es casi revolucionaria, el espectador sale del cine, de manera inevitable, volviendo a la actualidad, a las noticias, a las crónicas, a las fotos, a las víctimas de los atentados de Hamás y a los excesos de un Israel, liderado por un Netanyahu acorralado y contestado fuera y dentro, que siempre termina por dilapidar apoyos.
Es inevitable lidiar con la tristeza que provoca pensar que –pese a ser una película concebida como histórica, como didáctica y a mayor gloria del legado del Golda Meir– lo que estamos viendo en la pantalla nos recuerda demasiado, de manera casi especular, a la pesadilla que desataron los terroristas de Hamás el 7 de octubre de 2023.
Es inevitable lidiar con la certeza de que hay una generación de jóvenes israelíes que no está viendo la película como si fuera una historieta de sus abuelos. Es inevitable, también, empatizar con todos esos jóvenes que, desde los cines de Tel Aviv o Jerusalén, piensan que pueden ser uno de los números que apunta Golda Meir en su libreta, que siempre lleva encima y donde puntualmente apunta las víctimas militares de las operaciones bélicas.
«Resulta imposible ver, hablar y valorar ‘Golda’ como si no fuera enero de 2024 y hubiera pasado lo que pasó el 7 de octubre»
Sin ser en absoluto una película memorable, nos remueve por las semejanzas con la actualidad. Entre lo mejor, la actuación de una espléndidamente caracterizada Helen Mirren y algunas de las conversaciones entre, sobre todo, Golda Meir y Henry Kissinger. De todo punto irrelevante, llegados a este punto, pero su reciente muerte también podría haberle dado una dimensión de actualidad. Suponemos que, en lo sucesivo, los gurús de la prospectiva preguntarán a Guy Nattiv qué proyectos tiene en mente, para rellenar con sus ideas los cuadros de cisnes negros de sus informes.
Uno no elige qué pasa en el mundo cuando estrena su película, pero, desde luego, resulta imposible ver, hablar y valorar Golda como si no fuera enero de 2024 y hubiera pasado lo que pasó el 7 de octubre. En lo bueno y en lo malo.