El auge de la inteligencia artificial (IA) está llamado a cambiar de manera irrevocable el orden internacional. Aún es pronto para determinar cómo se verá afectado el panorama político global, dada la rápida penetración de la IA en todo el planeta, pero se trata de un asunto de enorme relevancia. Las empresas privadas lideran la investigación en IA y la proliferación de esta tecnología, y el sector público ha creado el ecosistema digital necesario para que prosperen dichas innovaciones. Por otra parte, los acuerdos de colaboración entre los sectores público y privado permiten a las empresas desarrollarse dentro y fuera de sus países de origen.
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Las tecnologías de IA evolucionan a gran velocidad y se han convertido en una poderosa herramienta en las esferas económica, política y militar. Por ejemplo, la IA ha hecho que aumente el riesgo de control social a través de la vigilancia y el autoritarismo digitales, con consecuencias internacionales. Gracias a su capacidad predictiva, la IA impulsa asimismo la productividad y, por consiguiente, ofrece ventajas competitivas, espoleando así el poder económico. Los distintos vectores de “poder blando” y “poder duro” en el seno de los gobiernos, en las relaciones internacionales, en la empresa privada y en las fuerzas armadas quedan en entredicho a consecuencia de su auge.
La IA condiciona de manera acelerada las dinámicas de poder a lo largo y ancho del mundo. Gracias a su liderazgo en el desarrollo tecnológico en este ámbito, China y Estados Unidos ostentan hoy un duopolio que podría imponerse en el orden internacional durante los próximos años. Algunos expertos califican a ambos países de “imperios” porque sus ecosistemas digitales, en los que se integran poderosas corporaciones, se expanden a gran velocidad. Estas corporaciones distribuyen sus productos y servicios a nivel mundial y cuentan con cientos o incluso miles…