Los tres hombres encargados por el presidente sirio Hafez el Asad de aplastar el reducto cristiano del Líbano están dispuestos a comenzar la tarea. Los coroneles Hicham al-Mouallak, Ali Dib y Abdul Hamid Sultan hicieron ya sus pruebas en Hama.
Eran ellos quienes dirigieron las unidades sirias lanzadas el 11 de febrero de 1982 contra aquella apacible localidad sobre el río Orontes para castigar a los fundamentalistas musulmanes que allí se habían refugiado. El 24 de febrero, el presidente Assad podía anunciar que se había restablecido el orden: los barrios antiguos de Hama estaban arrasados; según los servicios occidentales, treinta mil muertos quedaron sobre el terreno.
Esta vez, el comandante en jefe de la operación es el general Ghazi Kanaa, tío materno del presidente sirio, que ya tomó parte en el ataque a Hama como teniente.
El objetivo es eliminar la bolsa cristiana, es decir, el pequeño enclave que va desde los, barrios orientales de Beirut a la, bahía de Juniyah y engloba una parte de la montaña maronita.
Este reducto corresponde a lo que fue el verdadero Líbano a través de los siglos. En los orígenes, un puñado de cristianos se agruparon en el valle de Orontes en torno a ,la tumba de su obispo, San Marón, muerto en 410 (de ahí su nombre de «maronitas»). Huyendo del Islam, su comunidad fue encontrando sosiego en la montaña.
El monte Líbano se fue convirtiendo en refugio de todos los perseguidos: chiítas, drusos, alauitas, sectas cismáticas del Islam. Todos vivían en el seno de clanes sólidamente estructurados, sometidos a la autoridad de sus jefes religiosos. El núcleo central estaba constituido por la comunidad maronita, que vivía a la sombra de sus campanarios, guiados por su patriarca en el camino de una estricta obediencia a la Iglesia católica.
En 1860, Francia,…