AFKAR-IDEAS  >   NÚMERO 72

Manifestación propalestina. París, 15 de mayo de 2024./firas abdullah/anadolu via getty images

Gaza: la brecha entre las opiniones públicas y sus gobiernos

Tanto en Occidente como en los países árabes, existe una desconexión entre la respuesta de los gobiernos a la guerra en Gaza y sus ciudadanos, mayoritariamente pro-palestinos.
Shada Islam
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La desconexión entre los gobiernos y la opinión pública se agranda mientras Israel prosigue su ofensiva en Gaza, tras el atentado terrorista del 7 de octubre de 2023 perpetrado por Hamás.

La mayoría de los gobiernos occidentales han sido más reservados que los Estados árabes a la hora de condenar la respuesta de Israel. Pero, a medida que en ambas regiones crecen en número y tamaño las manifestaciones públicas propalestinas que exigen el fin de lo que el Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) ha calificado de «genocidio plausible» de Israel, los gobiernos han reaccionado duramente con restricciones y detenciones que ponen en peligro –y en algunos casos violan abiertamente– valores democráticos como la libertad de expresión y de reunión, el Estado de derecho y los derechos humanos.

Esta brecha entre los gobiernos y la opinión pública tiene implicaciones peligrosas para las relaciones entre el Estado y los ciudadanos, para la legitimidad de gobiernos ya de por sí frágiles tanto en Europa como en Oriente Próximo y para la situación general de la democracia en el mundo. Se prevé que el apoyo del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, a Israel tendrá consecuencias en las urnas en noviembre.

Desde octubre de 2023, millones de personas se han echado a las calles para protestar por la magnitud de la matanza y la destrucción en Gaza, los campamentos estudiantiles se han multiplicado en universidades de todo el mundo, los activistas han bloqueado puertos y fábricas de armas, y existe un hondo convencimiento de que ahora más que nunca es necesaria una campaña mundial de boicot, desinversión y sanciones contra Israel.

Desde Hollywood hasta Bollywood, pasando por el festival de la canción de Eurovisión celebrado en mayo en Suecia, los famosos se han unido a la causa palestina a pesar de las presiones para que guarden silencio. Las generaciones más jóvenes parecen especialmente consternadas y su indignación se ve exacerbada por los vídeos virales que muestran el bombardeo de hospitales y universidades y las imágenes de niños y bebés hambrientos y de soldados israelíes cantando y bailando en medio de una Gaza devastada.

Estos movimientos populares se han visto reforzados por la demanda que ha presentado Sudáfrica contra Israel ante el Tribunal Internacional de Justicia y la petición del fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) de que se dictaran órdenes de detención por los presuntos crímenes de guerra y contra la humanidad cometidos por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, el ministro de Defensa, Yoav Gallant, y tres dirigentes de Hamás, Yahya Sinwar, Mohammed Deif e Ismail Haniyeh.

Altos cargos de Estados Unidos y de la Unión Europea han expresado su enfado y frustración por la cautelosa respuesta de sus gobiernos a Gaza. Varios funcionarios estadounidenses han dimitido en protesta por el apoyo ilimitado de EEUU a Israel, mientras que funcionarios de la UE han enviado en repetidas ocasiones cartas a sus dirigentes políticos pidiendo el fin de las exportaciones de armas y de la cooperación científica de la UE con Israel.

 

Occidente apoya a Israel

Al igual que EEUU, la UE ha apoyado el derecho de Israel a defenderse y se ha mostrado prudente a la hora de denunciar la destrucción de Gaza. Las exportaciones de armas y material militar de la UE a Israel no han cesado, las importaciones de armas y tecnología de vigilancia de Israel continúan y el acuerdo de cooperación UE-Israel no se ha suspendido a raíz de las violaciones de los derechos humanos.

La UE sigue proporcionando ayuda humanitaria que Gaza necesita desesperadamente, y se han reanudado las contribuciones a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA). España, Irlanda, Noruega y Eslovenia se han desmarcado de los demás países de la UE y han reconocido el Estado palestino. Sin embargo, al permitir que Israel se burle de las leyes internacionales, la reputación de la UE como actor mundial comprometido con los valores ha tocado fondo, especialmente entre los agentes de la sociedad civil del Sur Global. El hecho de que Occidente no haya puesto fin a la violación de las normas de la guerra por parte de Israel también ha dañado gravemente un orden mundial basado en normas que ya estaba muy deteriorado.

 

Las protestas crecen en tamaño y número

Mientras sus dirigentes miran hacia otro lado, el tamaño, el número y la frecuencia de las concentraciones y manifestaciones pacíficas a favor de Palestina en toda Europa siguen demostrando que millones de europeos están indignados y se sienten frustrados por la incapacidad de sus gobiernos para detener la matanza en Gaza. Sus llamamientos al respeto de los derechos humanos y del derecho Internacional se producen en medio de un aumento de la incitación al odio y de los delitos de odio contra las comunidades judía y musulmana en Europa.

A medida que proliferan las protestas, también lo hacen las restricciones de los gobiernos europeos; algunas autoridades prohíben preventivamente las marchas alegando el riesgo que implican para el orden público o hacen un uso excesivo de la fuerza, incluido el uso de gas pimienta, cañones de agua, tácticas de acorralamiento y el despliegue de perros policía.

En algunas partes de Europa, portar la bandera palestina roja, verde, negra y blanca, llevar la tradicional kufiya blanca y negra o incluso una camiseta con una imagen de sandías (que se han convertido en símbolos de Palestina como una forma de eludir los intentos de censurar la bandera) puede dar lugar a ser amonestado, multado o detenido por la policía. Sin embargo, en algunos países, los tribunales han anulado las prohibiciones contra las manifestaciones.

 

Cortar lazos con universidades israelíes

En toda Europa, las acampadas y protestas de estudiantes que exigen que las universidades rompan lazos con Israel o dejen de invertir en empresas israelíes se han visto empañadas por enfrentamientos con la policía y detenciones. En algunos casos, los responsables de las universidades han accedido a las demandas de cortar los lazos académicos con las universidades israelíes, una medida que amenaza con socavar la integración de Israel en el programa de investigación Horizonte Europa de la UE, del que ha recibido cientos de millones de euros.

La Universidad de Granada, citando graves violaciones de los derechos humanos e infracciones del derecho Internacional en Gaza, ha declarado que dejará de cooperar con socios israelíes en cinco proyectos de Horizonte Europa y Horizonte 2020, al igual que han hecho la Universidad Libre de Bruselas (ULB) y la Universidad de Gante (UGent).

 

Los gobiernos árabes y europeos están igual de inquietos

La UE se enfrenta a una elección «difícil» entre su apoyo al Estado de derecho y su apoyo a Israel, como ha reconocido el Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad de la UE, Josep Borrell.

Pero el dilema no es solo europeo. Los ciudadanos árabes, desde Marruecos hasta Irak, que han expresado su indignación por las acciones de Israel y su solidaridad con los habitantes de Gaza, a menudo han tenido que hacer frente a restricciones. Aunque las manifestaciones en los campus y las calles árabes han sido más tranquilas que las europeas, lo cierto es que los gobiernos europeos y árabes se sienten igual de incómodos ante las protestas de solidaridad con Palestina.

Esto se debe principalmente a que, además de exigir un alto el fuego inmediato en Gaza, las marchas y acampadas son también un llamamiento a la justicia mundial y al fin de la desigualdad racial, incluida la aplicación selectiva de las normas de derechos humanos acordadas internacionalmente.

Los Estados árabes que buscan un mayor acercamiento a Israel temen que su región pueda ser testigo de otra primavera árabe que, en esta ocasión, no solo se centre en las demandas de reforma interna, sino que también recrimine a los gobiernos árabes su incapacidad para reprobar la agenda occidental imperial y poscolonial.

En algunos países como Marruecos y Emiratos Árabes Unidos, las manifestaciones son una reacción contra los Acuerdos de Abraham y, por tanto, un incómodo recordatorio a los gobiernos de que su normalización de las relaciones con Israel nunca ha conquistado los «corazones y las mentes» de las sociedades árabes.

Además, a los Estados árabes les inquieta que la causa palestina, marginada en los últimos años, haya resurgido como un elemento primordial para la conciencia política árabe. Las redes sociales de la región están llenas de muestras de apoyo a Gaza y de críticas a los gobiernos occidentales por su falta de voluntad para detener la ofensiva israelí. Empresas percibidas como amigas de Israel y de las Fuerzas de Defensa de Israel, como Starbucks, McDonalds, Carrefour y Puma, han visto cómo sus ventas caían drásticamente en Egipto, Marruecos, Túnez y Jordania.

 

El colonialismo de los colonos israelíes

Mientras que los comentarios de los principales medios de comunicación, tanto en Europa como en los Estados árabes, se han centrado en gran medida en la indignación pública ante las devastadoras consecuencias humanitarias de los bombardeos y el bloqueo ilegal de Gaza por parte de Israel, también está cada vez más claro que Palestina se ha convertido en un símbolo contundente de la lucha mundial contra el colonialismo y un orden poscolonial injusto. Para muchos, la guerra de Gaza es un potente recordatorio de que los orígenes de Israel están vinculados a un proyecto colonial de asentamientos que sigue sometiendo a los palestinos a la ocupación militar, la desposesión de tierras y la desigualdad de derechos.

Este cambio en la retórica propalestina como una cuestión no de religión o de territorio, sino de una profunda injusticia histórica, se refleja en la postura adoptada por Greta Thunberg, la activista medioambiental sueca, que insiste en que «no puede haber justicia climática en tierra ocupada». También se refleja en la narrativa global propalestina que ve una conexión entre Israel y el colonialismo occidental y considera la actual resistencia de los palestinos frente a Israel como la última lucha del mundo contra el colonialismo de asentamiento.

Tras el lanzamiento en 2020 del movimiento Black Lives Matter (BLM), entre muchos estadounidenses y europeos de color ha aumentado la concienciación sobre la conexión entre la discriminación que ellos sufren y las vidas de los palestinos bajo la ocupación israelí. En 2021, el movimiento publicó una declaración en la que anunciaba su «solidaridad con los palestinos» y aparecieron murales de George Floyd en Gaza y Cisjordania.

Pero hay más. Como ha señalado la periodista Nesrine Malik, «hay una simplicidad universal en el conflicto (Israel-Palestina) que trasciende la ideología política: el derecho humano fundamental a la plena condición de nación, a vivir en tu casa con seguridad y dignidad». Según Ta-Nehisi Coates, su visita a los territorios ocupados le reveló lo «sencillo que es en realidad… comprender la moralidad [sic] básica de mantener a un pueblo en una situación en la que no tiene derechos básicos».

 

Estado de ‘apartheid’ y justicia racial

La cuestión también se planteaba convincentemente en un informe de 2021 de Amnistía Internacional que subrayaba que el sistema de opresión y dominación de Israel contra los palestinos en todas las zonas bajo su control equivalía a un «apartheid prohibido por el derecho Internacional».

Sin embargo, mientras que muchos progresistas y personas de color europeos reconocen el vínculo entre Palestina y sus demandas de justicia racial y entienden que la cuestión palestina forma parte de una lucha interconectada por la autodeterminación y la igualdad incorporada al movimiento anticolonial global, los responsables políticos y los principales medios de comunicación de la UE no establecen esa conexión. En cierto modo, esta falta de voluntad para volver a examinar Oriente Próximo a través de una lente anticolonial y antirracista refleja la propia relación incómoda de los gobiernos de la UE con los musulmanes europeos.   

 

En países como Marruecos y Emiratos Árabes Unidos, las manifestaciones son una reacción contra los Acuerdos de Abraham y un recordatorio a los gobiernos de que su normalización con Israel nunca ha conquistado los «corazones y las mentes» de las sociedades árabes.

 

«La solidaridad con Palestina se reduce con frecuencia a la cuestión de los abusos masivos de los derechos humanos y las continuas violaciones del derecho Internacional por parte de Israel: los asesinatos, las detenciones y la desposesión que los palestinos han sufrido durante casi ocho décadas», afirma Adam Hanieh. «El problema que tiene encuadrarlo dentro de este marco de los derechos humanos es que despolitiza la lucha palestina».

 

La reputación de la UE está en juego

El incumplimiento colectivo por parte de la UE del derecho Internacional y de sus propios compromisos en materia de derechos humanos en Gaza ha hundido la credibilidad, la autoridad y el prestigio del bloque en todo el mundo. El daño a la reputación es profundo, a largo plazo y posiblemente irreversible. Afecta a la posición de la UE en Naciones Unidas y en los países del Sur Global. Y lo que es más importante, ha puesto en peligro el importante y antaño sólido acercamiento de la UE a la sociedad civil en el mundo árabe y musulmán, y más allá.

En el pasado, la UE estaba considerada como un actor importante y creíble en Oriente Próximo, e incluso como un posible contrapeso a EEUU. En 1980, sus entonces nueve Estados miembros emitieron la Declaración de Venecia que condujo al reconocimiento de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). La UE también desempeñó un papel importante desde el Acuerdo de Oslo de 1993 hasta el final de la segunda Intifada en 2005. La postura tradicional de Europa en el conflicto palestino-israelí se ha centrado en lograr una solución de dos Estados.

En la actualidad, dado su apoyo colectivo a Israel a pesar de que este viole las leyes internacionales, el bloque de 27 países parece poco más que un espectador pasivo, distraído por las profundas divisiones internas y cómplice del genocidio de Israel en Gaza. Los intereses contrapuestos de los Estados miembros y sus distintas relaciones con Israel y Palestina significan que, mientras Irlanda y España están entre los que más apoyan a Palestina, otros Estados, como Hungría y Alemania, son proisraelíes o están divididos internamente sobre cuál es la mejor manera de responder.

Otro hecho incómodo es que, para muchos Estados de la UE, las dificultades para responder rápida y eficazmente a los horrores que se están desarrollando en Gaza reflejan también su tensa relación con sus ciudadanos musulmanes. La agenda antirracista de la UE, adoptada a raíz del movimiento BLM en 2020, prometía promover un relato equilibrado sobre los musulmanes y el islam. Pero elude la cuestión más controvertida de que se identifique a los musulmanes con el terrorismo.

Por otro lado, la UE –al igual que EEUU– se enfrenta a las acusaciones por parte de gobiernos del Sur Global de mantener un doble rasero, y muchos comparan las diferencias entre la condena inequívoca de Europa a la invasión rusa de Ucrania y su reticencia a denunciar la devastación de Gaza por parte de Israel. Sumándose a estas preocupaciones, el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, realizó recientemente un llamamiento a la UE para que evite el doble rasero entre Gaza y Ucrania.

Lo que es igualmente importante y especialmente perjudicial –y algo que también debería preocupar a la UE– es el hecho de que el poder blando de Europa en el mundo árabe ha sufrido un daño irreversible. Su credibilidad e influencia han resultado especialmente dañadas entre centenares de activistas a favor de la democracia y los derechos humanos, así como entre ciudadanos de a pie en el mundo árabe y musulmán –y más ampliamente en el Sur Global– que creyeron en la retórica de principios de la UE sobre la universalidad de los derechos humanos y buscaron inspiración y apoyo en los 27, pero que ahora se sienten indignados y traicionados.

«Para nosotros, sin duda, la guerra de Ucrania es la amenaza existencial más importante, y la guerra de Gaza es la principal cuestión ética», afirma Borrell. En reuniones recientes, los ministros de Asuntos Exteriores de la UE han mencionado la posibilidad de sancionar a Israel si no cumple el derecho Internacional humanitario y han declarado su intención de convocar al consejo de asociación UE-Israel para debatir el cumplimiento por parte de este país de sus obligaciones en materia de derechos humanos en virtud del acuerdo de cooperación UE-Israel.

Estas medidas pueden suponer un pequeño avance colectivo para la UE, pero no bastan para acallar la creciente indignación pública ante la inacción y el doble rasero del bloque. Los dirigentes de la UE siguen demasiado ligados a la narrativa israelí de una «única democracia» pequeña y resistente en Oriente Próximo.

A menos que se produzca un alto el fuego que ponga fin a la destrucción y devastación de la Franja por parte de Israel y acabe también con la expansión de los asentamientos israelíes en Cisjordania, la brecha entre los gobiernos y una opinión pública que apoya a los palestinos seguirá haciéndose más profunda y más ancha. La razón es sencilla y el escritor indio Ranjit Hoskote es quien mejor la explica. Para quienes marchan en solidaridad con Palestina a través de un mundo interconectado, asegura Hoskokte, «Gaza nunca está lejos. Gaza está en el aire que respiramos. Gaza está hoy en nuestros corazones, Gaza está en todas partes»./