La campaña contra los ultras es una táctica de los autócratas y demócratas no liberales de Oriente Próximo y el Norte de África en un intento por criminalizar a sus oponentes.
Gracias a los aficionados al fútbol egipcios políticamente activos y curtidos en la lucha callejera, los estadios, junto con las universidades, se están convirtiendo en campos de batalla de la oposición al gobierno apoyado por el ejército y a las fuerzas de seguridad.
Los grupos de hinchas futbolísticos conocidos como ultras han avisado que interrumpirán la recién restablecida liga si se sigue impidiendo el acceso de los espectadores a los estadios. La liga se reanudó en diciembre de 2013 después de haber estado suspendida durante casi dos años. En principio, la suspensión pretendía prevenir que la violencia se extendiera a raíz de la muerte de 74 aficionados en Port Said en febrero de 2012 en un enfrentamiento con trasfondo político, del cual los hinchas responsabilizan a los militares y a las fuerzas de seguridad.
La suspensión se prorrogó en varias ocasiones por miedo a que los aficionados –que desempeñaron un papel clave en el derrocamiento del presidente Hosni Mubarak en 2011, y que en los años que precedieron a su caída habían convertido los estadios en uno de los pocos terrenos de resistencia física al régimen, si no el único– pudiesen utilizarlos de nuevo como plataforma para expresar la disensión política.
En un principio, las organizaciones de aficionados activistas, que constituyen uno de los movimientos cívicos más numerosos de Egipto, mantenían posturas divididas en cuanto al derrocamiento militar de Mohamed Morsi, el primer presidente del país elegido democráticamente. Estas divisiones han empezado a perder fuerza a medida que el apoyo popular a los militares ha comenzado a hacer aguas a consecuencia de la represión implacable y brutal de la…