El largo enredo de Endesa no solo ha levantado la polémica en España. El debate se ha extendido a casi toda Europa, y a otros países donde los avatares de las sucesivas OPAS sobre el líder del sector eléctrico español han desatado una discusión pública, sobre todo en torno a esta pregunta: ¿Está el mercado único europeo preparado para las grandes fusiones entre compañías eléctricas? ¿O son prematuras en las condiciones actuales?
A juzgar por lo que ha sucedido en la mayor parte de la UE, la primera impresión es que no existen aún condiciones para la creación de empresas a escala europea en el sector energético. La prueba de ello es que frente al fracaso de E.ON en Endesa, incluso en el sector bancario –considerado estratégico años atrás por la mayor parte de los gobiernos– empiezan a cerrarse las primeras operaciones. Pocas, pero significativas. Al margen de la entrada del Santander en Abbey, facilitada por la tradicional actitud liberal de los gobiernos británicos ante la entrada de capital extranjero en sus empresas, algunos países se han abierto lenta, pero progresivamente. La última noticia ha venido de Holanda, donde el Barclays intenta comprar el ABN-Amro en una puja con el Royal Bank of Scotland, el Grupo Santander y el belga Fortis. Incluso Italia, que en su día vetó la compra de la BNL por el BBVA, ha permitido una penetración en su mercado.
Estas operaciones pueden interpretarse como una retirada paulatina de los gobiernos europeos, que abandonarían poco a poco sus reticencias nacionalistas y su firmeza en la defensa de grandes grupos financieros de fronteras adentro. Algo que no ha sucedido en el sector eléctrico, blindado y relativamente comprimido dentro de esas mismas fronteras. Cierto que algunas de las grandes eléctricas europeas han logrado situarse en Reino Unido a través…