El debate sobre el modelo de Fuerzas Armadas ha adquirido en los últimos tiempos una innegable actualidad. A las razones de índole nacional derivadas de la necesidad de profundizar en la adaptación y transformación de nuestro ejército se ha sumado un escenario internacional cargado de nuevos elementos en el orden de la seguridad europea.
La fluidez de los acontecimientos ha destapado y acelerado el debate sobre la funcionalidad, tamaño, composición y estructura de los ejércitos del futuro, polarizando la atención de los Gobiernos, de los grupos políticos y de la opinión pública.
Una reflexión por otra parte sobre el servicio militar y sus condiciones de prestación, está necesariamente conectada a la definición de una estructura previa de Fuerzas Armadas, y ésta a su vez sólo puede explicarse y diseñarse en un contexto de alcance internacional y, más en particular, europeo.
Ello es así no sólo por la inconveniencia y casi imposibilidad de sustraernos de un marco referencial supranacional, sino porque explícitamente los españoles optamos en su día por un programa de paz y seguridad cuyos ejes consisten esencialmente en vincular la causa y el destino de nuestra seguridad a la de nuestros aliados occidentales.
En consecuencia, cualquier conclusión que se quiera adoptar sobre el tipo de servicio militar que más conviene requiere preguntarse antes por el modelo global de Fuerzas Armadas más adaptado a nuestro país y a nuestras necesidades de defensa. Y todo ello en el marco de unos compromisos adoptados internacionalmente que nos exigirán una aproximación a los parámetros europeos en nuestra concepción de la seguridad.
Una nueva dimensión de seguridad
La actual situación internacional viene marcada no sólo por la profundidad de los cambios operados en el escenario europeo sino por la rapidez y aceleración con que se han producido. Cuando todavía no acabamos de reponernos…