Cuando se cumplen los cinco años de la presidencia de Emmanuel Macron, los analistas tienden a coincidir que Francia está de nuevo en la primera línea de lo que ocurre en Bruselas. La doctrina proeuropea de Macron que se perfilaba en 2017, y que el propio presidente detalló en 2020, no se ha salido mucho del guion. El momento ha coincidido con el final de la era Merkel, que hace que de manera natural las miradas se vuelvan hacia el vecino histórico. Pero Francia también ha puesto de su parte.

À vos marques…

Ya están sobre la mesa los ejes de trabajo que vertebran lo que podría ser la próxima gran reforma de la Unión Europea. Y van acompañados del retorno de una retórica de alcance transnacional, algo habitual desde los discursos de la Sorbona y Atenas.

En materia de defensa, por ejemplo, Francia ha puesto de moda conceptos como la autonomía estratégica, con el fin de complementar el paraguas de la OTAN –una organización en estado de “muerte cerebral”, como dijo Macron en 2019–. Vuelven a ser prioridades internacionales conceptos en ­desuso como “disuasión”, “proteccionismo” o “esferas de influencia”, y la UE parece dispuesta a dar algunos pasos en esa dirección.

«En los últimos 24 meses la UE ha franqueado un Rubicón con el que ni soñaban los federalistas más atrevidos»

En materia de capacidades presupuestarias, la pandemia ha permitido matar dos pájaros de un tiro con la adopción de un plan de recuperación que, por primera vez, permite a la Unión endeudarse y, al mismo tiempo, condiciona el acceso al paquete de estímulos en función de criterios de sostenibilidad y lucha contra el cambio climático. No hay que olvidar que hace apenas una década, el Consejo Europeo se planteó seriamente la implosión de la zona…