El reto del empleo y de la inclusión de los jóvenes en la vida económica y social es importante para todos los países de la región, inseparable del reto del desarrollo de las competencias y del crecimiento inclusivo, para los jóvenes y a lo largo de toda la vida. El desempleo juvenil persiste desde hace varias décadas en la mayoría de los países del Sur del Mediterráneo y tiende a afectar cada vez más a los jóvenes con más formación, especialmente titulados de la enseñanza superior, mujeres y jóvenes que residen en determinadas regiones del país, cuya tasa de desempleo duplica la tasa media. En Argelia y Marruecos, por ejemplo, aproximadamente un joven de cada cuatro se encuentra desempleado; en Túnez, uno de cada tres. En algunas categorías (mujeres y jóvenes titulados de la enseñanza superior), la tasa de desempleo puede alcanzar el 50%. El paro entre los titulados es especialmente preocupante, pero hay dos veces más desempleados no titulados.
Se trata de un desempleo estructural consecuencia de una multitud de factores relacionados al mismo tiempo con la oferta y la demanda de trabajo, y es producto, en concreto, del rápido aumento de la población activa y del número de licenciados de los centros universitarios. También es consecuencia de las indudables deficiencias en cuanto a la calidad y la estructura de la formación y la educación, y al escaso nivel de creación de empleo, especialmente para la mano de obra cualificada. La creación de empleo es insuficiente, y el que se crea es a menudo (entre la mitad y las dos terceras partes) informal y no satisface las aspiraciones de los jóvenes. Son trabajos mal remunerados, precarios y que cuentan con poca o ninguna protección social. Por consiguiente, los jóvenes que los aceptan están a menudo insatisfechos y no tienen…