Con el presidente deseado en la Casa Blanca, ¿sabemos los europeos lo que estamos dispuestos a hacer para sostener nuestra visión del mundo? La ampliación de la Unión Europa ha sido la política exterior de más éxito. Cerrarle las puertas a Turquía es cerrar el futuro de la UE.
Vino, vio, venció e, incluso, pudo disfrutar de una ovación en pie por parte de la prensa europea en Londres. El primer viaje oficial de Barack Obama a Europa en marzo fue un éxito rotundo, una satisfacción para todos los americanófilos. Quizá no fue una sorpresa: al fin y al cabo Obama era el preferido para la Casa Blanca por una abrumadora mayoría ?aunque no votante? de europeos. Obama ha sustituido a un presidente cuya salida no se lamenta mucho ni en la vieja ni la nueva Europa. Además, y para no ensombrecer su triunfo, no tiene mucha competencia en cuanto a carisma o autoridad cuando se le compara con sus homólogos europeos. Habla como el líder de la que sigue siendo la única superpotencia mundial. ¿Cuál de sus homólogos habla en nombre de Europa? Y si alguno lo hiciera, ¿qué diría? ¿Estarían de acuerdo el resto de sus colegas?
Debo confesarme culpable de la típica presunción europea. Al decir «Europa» me refiero a la Unión Europea, aun sabiendo que no todos los países del continente forman parte de la Unión. Pero la mayoría de los países ya son miembros o quieren serlo. La última parada en la gira de Obama fue Turquía, cuya solicitud de pertenencia a la UE ayudará a definir el futuro tanto de Europa como del propio país. Los países más grandes no miembros son la parcialmente aspirante Ucrania -cuya cambiante frontera occidental habla mucho de la historia europea de los últimos dos siglos- y Rusia, que…