Se ha escrito incesantemente sobre la Comunidad Económica Europea, luego Comunidad Europea, hoy Unión Europea. Y, sin embargo, el proceso de integración es tan cambiante que reclama del analista nuevas ideas en cada nueva ocasión. Estamos ante un proceso abierto, cuyo final desconocemos.
La Comunidad fue fundada en 1957, hace 50 años. Era hija de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, creada por Jean Monnet y Robert Schuman en 1950-52. El futuro no se puede prever. Pero las empresas humanas suelen tener un objetivo: hacemos este ferrocarril, en 1848, para cubrir el tramo Barcelona- Mataró. Casi todas las empresas que el hombre emprende tienen un punto de partida y otro de llegada. Excepto algunas: el Imperio Romano se fue construyendo sin planes previamente acordados. No era posible pactar el diseño final: había que avanzar como se pudiera, ayer los tracios, hoy los iberos, mañana los mauritanos… Así se hizo la construcción política más compleja y duradera del mundo occidental, mantenida durante 800 años. El Imperio del Centro, en el hemisferio oriental, radicalmente distinto de Roma, es comparable en ese aspecto al procedimiento de “pequeños pasos”: es el término que utilizó Monnet, después de la Segunda Guerra mundial. Pero 23 siglos antes, en 216 a.C., comenzaba Roma a crear sus instituciones (la ciudad era fundada en 753). Ese poderoso embrión, la república romana, se desarrolló después, entre 214 y 180, gracias a Catón y Mario. Lo anterior nos lleva a pensar en el otro lado del mundo, el tránsito de China, con la dinastía Sui, hacia 580, a la dinastía Tang. Es notable encontrar cómo estas fraguas de la Historia coinciden con grandes proyectos tecnológicos: en China, el Gran Canal abierto entre 605 y 610, en apenas cinco años, transformaba el este del país. Unos 750 años antes, hacia…