La industria del etanol tiene más de 30 años en Brasil. Extraído de la caña de azúcar, con mayor eficiencia energética y sin los impactos sobre los precios alimentarios del producido en EE UU, el etanol brasileño, alternativa real al petróleo, es la punta de lanza de su política energética.
Una espesa humareda planea sobre interminables campos de caña de azúcar en Piracicaba, una ciudad agrícola situada 150 kilómetros al noroeste de São Paulo. Bienvenido al motor de producción de etanol más importante del mundo, fuente de lo que el gobierno brasileño denomina solución “verde” al calentamiento global.
El etanol –producido principalmente a partir de caña de azúcar o maíz– constituye el 90 por cien de los biocombustibles (el resto es biodiésel) producidos en el mundo y, según Otaviano Canuto, responsable de Brasil del Banco Mundial, contamina un 60 por cien menos que el petróleo.1 En Sustainable bioenergy: a framework for decision makers, publicado por las Naciones Unidas en abril de 2007, se sostiene que los biocombustibles son la única alternativa a corto plazo para sustituir la gasolina en el transporte, fuente principal de la emisión de gases de efecto invernadero, especialmente dióxido de carbono (CO2). En 2005, la producción mundial de etanol fue de 9,66 millones de galones, de los cuales Brasil produjo el 45,2 por cien y Estados Unidos el 44,5 por cien. Esto debería suponer una buena noticia para atajar la crisis del calentamiento global. La década de los noventa fue la más cálida desde que se tienen registros y la Tierra se calentó 0,6ºC el pasado siglo. El Panel Internacional sobre Cambio Climático (PICC) predice que, si no se adoptan medidas, las temperaturas aumentarán entre 1,4ºC y 5,8ºC para 2100, con efectos catastróficos para el planeta.
Brasil proyecta triplicar la superficie destinada a producir etanol en…