El enunciado de este artículo traduce tanto su forzosa brevedad cuanto la osadía de su autor que, ni historiador profesional, ni sociólogo ni economista –¡y ni siquiera político!– interviene en el debate sobre España y las Indias occidentales. Dos citas encuadrarán sus apuntes. La primera, hallada en la “Historia general de las Indias” (1552) de Francisco López de Gomara; la segunda, en un ensayo, “De la edad conflictiva”, escrito por Américo Castro cuatro siglos más tarde.
López de Gomara dirige “A Don Carlos, emperador de romanos, rey de España”, una fiera epístola dedicatoria: “Muy soberano Señor: La mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que lo crió, es el descubrimiento de Indias; y así, las llaman Mundo Nuevo […] También se puede llamar nuevo por ser todas sus cosas diferentísimas de las del nuestro. […] Empero los hombres son como nosotros, fuera del color; que de otra manera bestias serían, y no vendrían, como vienen, de Adán. […] Y como no conoscen al verdadero Dios y Señor, están en grandísimo peligro de idolatría, sacrificios de hombres vivos, comida de carne humana, sodomía, muchedumbre de mujeres y otros así. […] Quiso Dios descubrir las Indias en vuestro tiempo y a vuestros vasallos, para que los convirtiésedes a su santa ley. […] Comenzaron las conquistas de indios acabada la de moros, porque siempre guerreasen españoles contra infieles”.
Esos vigorosos párrafos comprenden el corpus de doctrina que profesan los conquistadores y sus exegetas. Resaltan allí la fe mesiánica, la enemiga contra los moros, el entusiástico orgullo por las hazañas cumplidas y por cumplir, el afán de confirmar la condición humana de los indios.
Américo Castro se atiene a una constancia: “Concíbase como se quiera el futuro de los españoles; los obreros de él han de comenzar…