La corrección de los desequilibrios financieros está encaminada. La productividad mejorará con la aplicación de medidas liberalizadoras como ocurrió años atrás, cuando España renunció a fórmulas autónomas de protección y aceptó el riesgo de la libertad económica y la competencia.
En agosto de 2007 el presidente José Luis Rodríguez Zapatero garantizaba: “España está a salvo de la crisis financiera”. Ni subprimes ni vehículos estructurales en la raya del horizonte, al contrario, confianza en las instituciones de crédito. Un inmobiliario gallego acababa de comprar el 5% del BBVA y se convertía en su primer accionista sin reclamar un puesto en el consejo de administración del banco. En efecto, la confianza era inquebrantable por ese lado; mientras la entonces ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, atendía las críticas catalanas por la insuficiencia de las inversiones del Estado en infraestructuras en esa comunidad. Las constructoras e inmobiliarias seguían viento en popa cabalgando el pura sangre español por toda nuestra geografía, aunque algunas empezaban a buscar otros pastos.