España en el corazón
“Los hombres de mi generación hemos tenido a España en nuestros corazones”, escribía Albert Camus en L’Espagne Libre. Julian Symmons, en la introducción a Homenaje a Cataluña, va más allá: “Para una generación de jóvenes europeos, el evento clave de los años treinta fue la guerra civil española”. Los bandos estaban claros: democracia contra dictadura, fascismo contra libertad. Y más importante: pese a la política de no intervención de las potencias liberales, para los individuos de dichas naciones sí fue posible intervenir. La guerra en España fue, para toda una generación de izquierdas, la lucha que sí pudieron elegir, la que separó al comprometido del indiferente. La Segunda Guerra Mundial no permitió tal lujo de la voluntad. Hitler decidió por todos. Pero un poco antes todavía fue posible elegir.
Más de 35.000 voluntarios de decenas de países llegaron a España para defender la República del fascismo. Un caso singular de solidaridad internacional. De ellos, 2.800 fueron estadounidenses, encuadrados en el batallón Abraham Lincoln de la XV Bridada Internacional. En España en el corazón Adam Hochschild cuenta su historia a través de las vicisitudes de una docena de personajes anglosajones, la mayoría desconocidos, salvo un tal Eric Blair, alias George Orwell, que llegó a Barcelona con la vaga idea de escribir artículos de prensa pero se unió a las milicias populares de inmediato, “porque en aquel tiempo y bajo aquella atmósfera parecía la única cosa concebible que hacer”.
Rigurosamente documentado y escrito con maestría, España en el corazón será “el libro de referencia sobre la guerra civil española para la siguiente generación de estadounidenses”, en palabras de Sebastian Faber. Para refrendar el prestigio de lo escrito y las previsiones de Faber, nada mejor que lo audiovisual. El creador de The Wire, David Simon, prepara una serie sobre la historia de los brigadistas americanos titulada A Dry Run, imaginamos que basada en buena parte en este libro, aunque en su exclusiva para Variety Simon no menciona a Hochschild. Haya servido o no de inspiración, se trata de material inflamable, narrativamente hablando. El primer párrafo del prólogo ya estremece. “Al alba del 4 de abril de 1938, temblando, exhaustos y desnudos, dos nadadores empapados salen del agua helada y trepan por la ribera del Ebro, que viene crecido por la nieve derretida de los Pirineos. Ambos son estadounidenses”.
Se trata de John Gates y George Watt, brigadistas internacionales. Vienen de atravesar territorio enemigo, Watt con una esguince de tobillo y una herida de metralla en una mano. La ofensiva republicana en el Ebro se ha convertido en un sálvese quien pueda. Gates y Watt caminan desnudos y descalzos en busca de ayuda, desollándose los pies con piedras y cardos. Un camión de paso les arroja unas mantas. Al cabo, aparece un coche. Se bajan dos hombres. Uno de ellos es Hemingway. Los cuatro se abrazan.
Los brigadistas internacionales abandonaron España en el otoño de 1938, después de batirse el cobre en las batallas de Madrid, el Jarama, Teruel, Guadalajara, Brunete, Belchite y el Ebro, entre otras. Desde el principio operaron como tropas de choque. De los 35.000 –no más de 20.000 presentes en España a un mismo tiempo–, murieron entre 9.000 y 10.000. Hoy no queda ninguno de los 2.800 estadounidenses en pie. El último murió en 2016. Su historia, sin embargo, sigue viva.