La crisis de Argelia preocupa en todos los medios políticos. Con pasión característica, cuando se trata de cuestiones que nos afectan muy directamente, los españoles hemos empezado a tomar partido, en favor o en contra de los distintos bandos, aplicando a unos y a otros nuestros propios esquemas, aunque poco tengan que ver con los intereses nacionales.
Muchos de los juicios de valor que se publican se basan en intereses nacionales de otros países recogidos en medios de información que no son los nuestros, y que por lo tanto no tiene por qué coincidir necesariamente con los de la política exterior española.
Consecuencia de todo esto es que la crisis de Argelia, su entorno y sus consecuencias se han dramatizado, comparándolas con otros casos y otras situaciones; y sus conflictos políticos se han polarizado entre posiciones de derechas o de izquierdas como si estos conceptos tuvieran algo que ver con lo que allí se debate.
Creo que sería útil proceder a un análisis objetivo de la situación para no caer en los mismos errores en que en otras ocasiones muchos españoles han caído al examinar problemas de política exterior. Tres son las afirmaciones que más frecuentemente se escuchan al comentar la actual crisis argelina:
- a) Lo irreversible del triunfo del Frente Islámico de Salvación (FIS). b) La comparación con el régimen de Irán.
- c) La peligrosidad inmediata de ese movimiento para Occidente. Quizás un análisis objetivo de las realidades argelinas podría llevar a conclusiones más matizadas.
El espectacular avance del FIS, tanto en las elecciones municipales anteriores como en las legislativas del 26 de diciembre, hace pensar que efectivamente existe en Argelia un movimiento de gran profundidad, favorable a un mayor rigor religioso en las costumbres de la sociedad. Este movimiento era ya perceptible hace años, durante la época “dorada”…