El rescate financiero de Grecia y la puesta en marcha de las instituciones y procedimientos del Tratado de Lisboa están ocupando a una presidencia española de la UE marcada por la crisis.
La presidencia española de la Unión Europea supone que España, desde comienzos de enero y durante seis meses, preside todos los consejos de ministros sectoriales de la UE, menos el de Relaciones Exteriores al cargo de la alta representante para la Política Exterior y de Seguridad Común, Catherine Ashton. La presidencia del Consejo Europeo corresponde, tras la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, al belga Herman van Rompuy, quien ha afirmado que su papel es, fundamentalmente, coordinar la política europea, buscar el acuerdo entre los países y que sus opiniones serán las del Consejo. No parece que se vaya a limitar a una función meramente presidencial, sino que va a procurar señalar hacia dónde va la UE, quiénes son los socios preferentes y dónde estará la Unión dentro de 10 o 20 años. Habrá que estar atentos a cómo encajan las piezas de este complejo puzle, pero va a ser interesante seguir de cerca los pasos del presidente del Consejo.
En cuanto a la alta representante, sobre quien recaen, hasta el momento, críticas por su falta de concreción y su bajo perfil en política internacional, habrá que tener algo de paciencia y esperar a que exprese con mayor claridad sus posiciones en algunos asuntos, y a que presente el diseño del esperado -y codiciado por algunos países- Servicio Europeo de Acción Exterior. El servicio será de enorme importancia para la presencia de la UE y ha despertado mucho interés entre los Estados porque se juegan poder y prestigio a través de la representación de la Unión en más de 130 países.
Las instituciones previstas en el Tratado…