El ministro Josep Piqué hizo una visita oficial a Cuba el mes de junio último. No fue un viaje protocolario: tuvo verdadero significado político. Siete meses después, el régimen de Fidel Castro ha decidido nuevos procesamientos por actos que, en las democracias europeas, serían materias opinables, dentro del legal contraste de ideas. Poco partidarios como somos de publicar discursos, creemos que éste merece abrir el presente número: encuadra claramente las diferencias entre dos sistemas, plantea una esperanza de rápida liberalización y aboga por preservar, por encima de cualesquiera diferencias políticas, la amistad entre Cuba y España. España no admitirá ningún atentado contra los derechos humanos –empezando por la libertad del pensamiento y su expresión– aunque mantenga su afecto activo, constante y fraternal por el pueblo cubano.