Los escritores alemanes de origen turco incitan al lector a participar en la redefinición de la memoria cultural y la identidad nacional a través de la perspectiva de la diáspora.
Cuando, en 1985, se instituyó el prestigioso premio Adelbert von Chamisso destinado a autores cuya lengua materna no es el alemán, el escritor alemán de origen turco Aras Ören fue uno de los primeros galardonados. La emoción que se ocultaba tras su poderoso discurso de aceptación de 1986 sigue resonando tres décadas después: “Europa es el reflejo de mi rostro, y yo soy el reflejo del rostro de Europa. Mi mutismo es asimismo el de Europa… El reconocimiento y la confirmación de nuestra literatura y nuestro arte puede significar también el reconocimiento y la confirmación de la propia conciencia y de los valores recién creados” (Germany in Transit 393). Ören impugnaba la visión esencialista y de baja altura de la cultura y la identidad turcas, predominante en la esfera pública alemana durante la década de los ochenta. Muchos políticos e intelectuales conservadores rechazaban considerar a Alemania un país de inmigración, e insistían en la incompatibilidad de las culturas turca y alemana. En los años setenta y ochenta, diversos críticos literarios centraron su atención en la diferencia cultural y étnica de las obras de los escritores turcoalemanes y las excluyeron del canon alemán. Ören propugnaba una gran transformación de la conciencia alemana y europea que permitiese reconocer la herencia multiétnica y multicultural del continente y enfrentarse a su pasado de represión y violencia. Creía firmemente que el nuevo clima social y cultural de Alemania y el cada vez mayor número de obras de autores multiculturales contribuirían al desarrollo de una nueva identidad alemana y europea. Aunque han pasado tres décadas desde que Ören pronunció el discurso, las personas…